sábado, 19 de febrero de 2011

CAPÍTULO NUEVE.

Una mañana de Septiembre, en una cafetería de Navarra.

Dorian y Marcos han huido, se han escapado del instituto. Tras tocar la campana que anunciaba el cambio de clase, ambos salieron corriendo y con mucho cuidado para que nadie les viese. Tan rápido como pudieron se marcharon a tomar algo.

Marcos está preocupado, su mejor amigo tiene la marca de agresión en su propio ojo derecho, que apenas puede abrirlo del dolor. También posee una cicatriz encima de la ceja, y tiene muy mala pinta. Sin embargo, Dorian es capaz de sonreír cuando Marcos bromea con él, es increíble la fuerza de algunas personas. 
Caminan sin rumbo, en busca de alguna cafetería.

- ¿Y bien? ¿Vas a contarme qué es lo que te ha pasado?
Dorian deja de sonreír y suspira hondo. Luego mira a su amigo de reojo, no parece haberle echo mucha gracia esa pregunta.
- Ya te he dicho que no es nada, déjalo.
- Tío, quiero ayudarte.
- No hace falta, ¿vale? Me valgo por mí mismo.
- Dorian, estás mal. Mírate, si parece que te haya atropellado un camión.
- Y dale, que pesado...
- Intento ayudarte.
- ¡Pues no lo hagas! ¡Que no necesito la ayuda de nadie!


De pronto se forma un silencio entre los dos. Marcos ha quedado impresionado. Sin decir nada, se acerca a una mesa que hay en la terraza de una cafetería y se sienta. Dorian hace lo mismo que él. Rápidamente una camarera toma nota de lo que quieren y se marcha, dándoles intimidad.


- Losiento, no pretendía contestarte así...
- Tienes rabia, odio, angustia, fuego recorriendo tu sangre, y lo sabes. No entiendo por qué no confías en mí.
- No es que no lo haga, es que tú... No podrías ayudarme, son problemas que yo y solo yo, puedo resolverlos.
- ¿Te atracaron?
- No.
- ¿Una pelea?
- No.
- ¿Un accidente?
- ¡Tampoco!
- ...¿Entonces? Está claro que tu solo no puedes con todo esto Dorian. Mira, entiendo tu posición. Ahora intentas fingir que ya nada te duele, pero no eres un actor de ciencia y ficción, si te han pegado sangras de verdad, no como en las pelis.
- Calla. Nadie me ha pegado. Ni si quiera ha sido en defensa propia.
- La policía puede ayudarte.
- No. Esto no es asunto tuyo, ni de la policía, ni de nadie, e incluso aveces dudo que sea asunto mío. Y no es nada grave, se arreglará.
- ¿Problemas en casa?


Dorian agacha la cabeza. Coge aire rápido. Respira y suspira a gran velocidad, intentando relajarse. Pero es inútil. Un pasado oscuro y reciente, hace que de sus ojos broten lágrimas. Se ha venido abajo al escuchar aquella pregunta. Su mente se ha llenado de escenas de pánico. No puede soportarlo. Marcos se da cuenta de que no ha ayudado mucho con esa pregunta.


- Tío, no tenía ni idea...
- ¡Joder! Que no pasa nada, ¿vale? Que se va a arreglar todo, que solo a sido un malentendido...
- Tenemos que hablarlo. Tienes que desahogarte.
- No hace falta...
- ¡La policía te ayudará! Ellos saben que hacer con los maltratos hacía menores.
- ¡A mi nadie me ha maltratado! Esto sólo es por que salí en defensa de mi madre, ¡¿vale?! Fuí yo quién decidió enfrentarse a mi padre y protegerla a ella, y seguiré haciéndolo las veces que haga falta. ¿Te enteras? ¡Ya lo sabes todo! ¿Contento?


A Dorian le brillan mucho los ojos. Ha gritado tanto con esa última frase que prácticamente toda la cafetería se ha enterado de su situación. Rápidamente, tras volver a soltar un par de lágrimas, se levanta y se va. No sabe a donde, ya que a su casa no le apetece ir. Pero sabe que tiene que hacerlo, tal vez su madre en estos mismos momentos necesite su ayuda. Dorian corre sin dirección, se choca bruscamente con algunas personas ya que sus ojos están borrosos a causa de las lágrimas y las legañas. Llega al portal de su casa dónde hay un pequeño jardín con árboles. Con violencia les da puñetazos mientras solloza. Sus nudillos una vez más, vuelven a sangrar. Coge aire y se tira al suelo. ''Menudo asco'', piensa.


Sin embargo, el que realmente se siente mal es Marcos.
Ha quedado sentado en la cafetería mientras era el centro de atención, todo el mundo le miraba. Incluso alguna chica que otra, quizás con otra intención más pícara que la de ayudar, le ha preguntado si se encontraba bien. Pero Marcos está en estado de shock. A intentado ayudar a su amigo, pero él tiene razón. No es su problema, y la única solución que ve lógica es la de llamar a la policía. Pero su amigo no quiere hacerlo, no quiere perder a su padre a pesar de que haya maltratado a su mujer y a su hijo. Marcos respira hondo, aunque le cuesta bastante, está temblando.
En su cabeza retumba una única pregunta, la que Dorian le hizo antes de marcharse. "¡Ya lo sabes todo! ¿Contento?"... 
Ni si quiera le ha dado tiempo a responder a la pregunta; no, en absoluto está contento.

Una mañana de Septiembre, en un instituto de Navarra.

Elia está impresionada.
¿Qué? ¿Marcos y Aron son hermanos? ¡No puede creerselo! Menuda coincidencia, y eso que no se parecen en lo más mínimo.
La conversación que anteriormente tuvo con Aron fue muy incómoda. Ella alagaba continuamente a Marcos, sin saber que eran hermanos. ¡Dios santo! Es que es algo tan incomprensible.
Ha sonado el timbre del patio. Elia lleva dos libros en las manos. Una vez más, está sola. Se dirige a la fuente,  aunque realmente ni si quiera tiene sed. De pronto escucha una voz tras ella:


- ¡Elia!
Se gira y descubre quienes son; dos chicas guapas, pero falta una tercera, falta Carolina. Al igual que esa misma mañana. "Estará enferma" Piensa sonriente, y la verdad es que no le decepciona mucho.
- ¡Alex, Julia! ¿Qué tal estáis?
- Muy bien, con ganas del finde. - Contesta Julia.
- Sí, ¡Y no veas cuantas! - Le apoya Alex.
- ¿Y eso? ¿Pasa algo especial este sábado?
- ¿Bromeas? ¡Es mi cumple! - Señala Alex. - Será alucinante. Todo el mundo que sea guapo vendrá.
- ¡Ah, que divertido! Me encantan las fiestas de cumpleaños.


Alex y Julia ríen.


- No es una fiesta de cumpleaños normal. ¡Va ha ser una pasada! Espero que vengas.
Elia sonríe. ¿Una invitación a una fiesta? ¡Es su oportunidad!
- No dudes que si me invitas no faltaré.
- Bien, pues ya sabes. Esté sábado a las nueve en mi casa. Será legendario.
- Perfecto. - Contesta Elia mientras asiente.
- ¡Ah! Y por cierto, tienes que venir disfrazada.
- ¿Disfrazada?
- Sí, pero no un disfraz de zombie, ni nada por el estilo. Un disfraz sexy.
- Oh, si, entiendo. Además, tengo muchas ideas de disfraces sexys... - Miente Elia mientras las tres se miran sonrientes.
- ¿Y qué? ¿Ya has fichado algún chico?- Pregunta Julia señalando el suelo. Las tres se sientan y siguen conversando con naturalidad.
- Bueno, no es que me haya dado tiempo a conocer a muchos...
- Nosotras podemos conseguirte un buen novio. - Apunta Alex.
- No, no enserio, no hace falta. - Contesta Elia riendo, no está preparada para confesarles que comienza a sentir algo por Marcos.
- ¡Que si, mujer! Si eres muy guapa. Tal vez... ¿Uno de un curso más?
- ¡Ay, sisi! Se me ocurre que... Tal vez haga buena pareja con... ¡No, pero qué locura he estado apunto de decir! - Contesta Alex alegremente.
- ¿El qué? ¡Dilo, dilo!


Alex sonríe. Se agacha y en bajito, susurra:
- Que tal vez, bueno, desde mi punto de vista; Marcos y Elia lleguen a tener algo.
- ¡Qué locura! - Grita Julia. - ¡Si Marcos es el chico de Carolina! Ni se te ocurra, Elia.
- ¿Y qué? ¡Si Carolina pasa de él!
- Ay, cállate Alex. Que conseguirás que Elia y Carol se odien.


"No te preocupes Julia, si ya lo hacemos; nos odiamos muchísimo." Piensa Elia.
Toda esta conversación le ha venido de golpe, y ya no sabe que comentar. ¿Les revela su deseo por Marcos? ¿O tal vez ellas le traicionen y se lo digan a Carolina?


- Venga, vamos. Si se notó cuando hablasteis en el pasillo el primer día que tú y Marcos teníais muy buena conexión.
- Lo cierto es... Que Marcos...


Alex y Julia abren los ojos. Que Marcos, ¿qué? ¡Están intrigadas! Si a Elia le gustará Marcos sería un notición. Todo el instituto lo rumorearía. Y en el fondo, Alex y Julia se alegrarían de que su amiga Carolina por una vez saliera perdiendo en el amor.


- Que Marcos es un chico muy majo. - Concluye la frase Elia.


A Julia y a Alex les cambia la cara. Su nueva amiga debería mojarse un poco más y luchar por él. Seguro que si se lo plantea le conseguiría. De pronto suena el timbre, las tres se levantan y van a clase de nuevo. Sin embargo, Elia está decepcionada en su interior. Le habría encantado terminar la frase. "Que Marcos es un chico muy majo, excesivamente atractivo, muy guapo y que sin saber el por qué, me vuelve loca". Piensa mientras suspira. Siente que se está enamorando y sin embargo, le acaba de conocer. A penas a mantenido una conversación de más de diez minutos con él.
¿Amor a primera vista?

Una mañana de Septiembre, en un instituto de Navarra.

Eva y Triana acaban de entrar en clase. Ya le ha puesto al día, y ya le ha contado todo lo que sucedió aquella mañana con  Hugo. Eva está impresionada. Están sentadas en sus respectivos pupitres mientras comentan el caso.


- Jamás había imaginado que Hugo se podría enamorar de alguien.
- ¡Hugo no está enamorado de mí! Solo me está mareando.
- ¿Ah, no? ¿Entonces por qué intento ponerte celosa hace tan solo unas horas?
- Pues por... Atracción física, ¡Y yo que sé! Ni si quiera he hablado aún con él.
- Es tan guapo...
- ¡Cuidado no te vayas a enamorar tú!
- No, tranquila. - Contesta Eva resoplando. - Yo hace mucho que no me enamoro.

- Oye, Eva. - Ambas escuchan una voz y rápidamente se giran. Es Aron, tiene en las manos una libreta y esta muy serio, de mal humor. - ¿Has acabado el quinto ejercicio de los deberes?
- Claro, siéntate con nosotras y te lo copias.


Aron obedece, pero sin mucha ilusión. Luego se fija en Triana.


- Tu eras la hermanastra de Elia.., ¿no?
- Sí, te he visto esta mañana fuera de clase con ella, ¿me equivoco?
- En lo más mínimo.
- Ya decía yo que me sonaba tu cara. - Contesta Triana sonriente. - ¿Desde cuando conoces a Elia?
- Desde que llegó. Me acerqué a hablar con ella, es muy simpática. Bueno, simpática, graciosa y guapa.
- Lo es. - Le apoya Eva mientras saca la libreta de matemáticas para que Aron se copie el ejercicio.
- Vaya, cualquiera diría que estás celosa. - Contesta él dirigiéndose a su vieja amiga.
- ¡Qué va! - Miente ella.


De pronto, por la puerta entran Elia, Alex y Julia. Aron no deja de mirar a la primera entrante en la sala, sin embargo, Triana y Eva a la segunda.


- Sabía que no tardaría ni un minuto en hacerse amiga de esas brujas. - Comenta Aron.
- Yo también lo suponía, vaya, tenemos pensamientos parecidos. - Le apoya Triana.


Mientras tanto, Eva señala a Alex.
- ¿Ves a esa chica? - Le pregunta susurrando a su amiga - Está locamente enamorada de Hugo desde hace un año.
En el corazón de Triana, sin saber muy bien la razón, se acelera. Ni si quiera está enamorada de Hugo, pero tiene miedo de que mantenga alguna relación con esa chica. Es increíblemente guapa. 
- Vaya.
- Sí, pero no te preocupes. Tuvieron una bonita historia de amor a la que, a los tres meses Hugo puso fin.


Eva y Aron se miran y tararean a la vez: ''Sabes que para mí solo existe una chica en este mundo, y esa, no eres tú.'' Más tarde ríen.


- ¿Qué? - Pregunta Triana, que no entiende nada.
- Es la famosa frase de Hugo. Siempre la utiliza para dejar a sus novias. 


Triana traga saliva, se imagina que algún día él la utilizará con ella, y eso le aterroriza. A ella nunca le han echo daño, nunca ha salido herida de una relación. Probablemente sea porque no deja que nadie entre en su vida si no esta segura de que irá bien; pero aún así, la idea de algún día pasarlo mal por amor le aterroriza. Ese chico, por muy odioso que sea, le atrae.


- Menudo idiota. - Comenta a desgana.
- Pues sí. Y desde que le dijo esas palabras a Alex, la pobrecita sigue detrás suyo. Está obsesionadamente enamorada.
- ¿Cuánto de obsesionada?
- Lo justo para asesinarte si terminas con Hugo. - Bromea Aron, sin embargo a Triana no le ha echo tanta gracia.


Alex, que involuntariamente ha escuchado ''Hugo'', se gira y les mira con una mirada desafiante. Ni si quiera se molesta en mirar a Eva y a Aron, sabe que son unos empollones incompetentes. Pero si que mira a Triana, y lo hace con rabia. ¿Qué hacía esa tonta hablando de Hugo? ¡Si es nueva! No tiene derecho a hablar de él. Y si hace falta se lo dejará muy claro.


- Oh oh... - Susurran Eva y Aron. - Lo llevas claro.
- ¿Por qué?
- Te ha fichado. - Contestan ellos muy serios.

miércoles, 2 de febrero de 2011

CAPÍTULO OCHO.

Una mañana de Septiembre, en el aeropuerto de Navarra.


Carolina no ha ido al instituto esta mañana ya que su prima, está apunto de llegar. 
      Está reunida junto a toda la familia esperando a Victoria, o como ahora le llaman: Vicky. El avión se ha retrasado, o al menos eso supone ella debido a la tardanza. ¡Le ha dado tiempo a ir al baño a arreglarse tres veces!
      Y la razón de ello, es por que está nerviosa. Quiere ver de una vez por todas a su prima, pero también tiene miedo. Miedo a la opinión de ella, o de su primera impresión. No quiere que Vicky piense ''Vaya, con lo guapa que era hace dos años... Y ahora mírala". No, ni hablar. Y no va a ser así. Su prima quedará impresionada, 

      De pronto, la música que suena en la sala de espera del aeropuerto se detiene y se escucha a una señora anunciando que en unos minutos aterrizará el vuelo Inglaterra-Navarra.

      La familia sonríe entusiasmada. Por fin, ha llegado el momento. El corazón de Carolina late con rapidez, siente que necesita chocolate para calmar la tensión. Mira a su madre, la cuál esta hablando con parte de la familia.

      - Mama. - Susurra, pero ella le ignora. - ¿Mama? ¡Mama!
      - ¿Qué quieres? - Contesta agobiada. 
      - Dame dinero, que me quiero comprar un Kit-kat.
      - Te vas a poner como una foca. - Le contesta sin ni tan siquiera mirarle, y luego se dirige a sus familiares- Como veis, tiene dieciséis años, pero una mentalidad de siete.

      La familia ríe de ella, la cuál con disimulo pone una cara de asco y se dirige a la máquina de comida que hay en la entrada del aeropuerto.
      ¿Por qué su madre se comporta así con ella? Siempre la ha tratado como si no tuviese sentimientos, nunca la ha valorado. Desde que era cría, ha tenido que soportar las criticas de su madre, las cuáles no eran pocas. Pero ya está harta, algún día pondrá fin a toda esta humillación. ¿Acaso es adoptada? ¿O el problema es que su madre es, directamente, tonta? 

      Decide no darle más vueltas al tema y se coloca en la cola que hay en la máquina de comida. Delante suyo se encuentran unas ocho personas, la mayoría turistas, que hablan en otros idiomas. Pero Carolina se fja en un chico. Éste le mira de reojo y le sonríe un par de veces. Cuando llega su turno se gira y dice:

      - ¿Quieres comprar algo tu primero?
      - Vaya, qué amable. -Contesta ella sonriente. - Si me lo ofreces.
      - Claro, y si quieres podemos quedar a cenar.

      Carolina ríe sarcástica. Se gira y éste, le guiña un ojo. Mete una moneda en la máquina y se compra su deseado Kit-kat. Una vez con la chocolatina en mano, le susurra al chico:

      - Lo siento, no tienes ni la más pequeña oportunidad conmigo.

       Ella sonríe, pero el rostro del chico no muestra tanta alegría. Carolina se va, moviendo el culo, asegurándose de que el chico está mirándolo. Se gira para comprobarlo y, en efecto, lo estaba haciendo. Le encanta hacerse la dura, nunca falla. Por gente así, que se arrastra ante ella, nunca le baja el autoestima. Carolina es feliz haciéndose desear. Camina con paso firme para reunirse de nuevo con todos sus familiares, los cuáles están rodeando a alguien.

      - No puede ser... - susurra para sí misma, y más tarde, grita - ¡VICKY!

      El circulo de familiares se abre, dando a descubierto la imagen de Victoria. Lleva el pelo suelto, largo y liso, castaño; de su color natural. Viste con unos baqueros, una camiseta de manga larga y una bufanda. Está acostumbrada al frío de Inglaterra.
      Al ver a Carolina, ésta abre la boca. Objetivo conseguido, Vicky piensa que su prima está increíble. Ambas corren ansiosas por abrazarse. Y cuando por fin se tocan, se abrazan, como un primer contacto, lloran de emoción. Tras ellas está toda la familia observando lo mucho que se quieren. Pero no les importa, que esperen, que esperen mucho. Por que tienen demasiadas cosas que contarse, han de ponerse al día de sus diferentes vidas. Las cuáles, próximamente, cuando Vicky se incorpore en el instituto de Carolina, se unirán.


       Una mañana de Septiembre, en un parque de la ciudad de Tudela.

      Allí se encuentran Hugo y Mel, haciendo pellas, saltándose clases. No hablan, y tampoco se sienten incómodos por no hacerlo. Están sentados en un banco, Mel fuma un cigarro mientras Hugo observa como un pájaro herido no logra alzar el vuelo.

      Se miran unos instantes. Ambos reconocen que en esa relación, más que amor es pasión. O mejor dicho, atracción. Pero lo que verdaderamente piensa Hugo es que, la atracción no le llevará a ningún sitio. Está claro que Mel es guapa, solo hay que verla. Pero quizás se haya cansado ya de ella. También le atrae Alex, a la que conoce desde el primer curso de instituto. O la chica nueva, de la que ni si quiera sabe su nombre. Aun que, está claro que no le ha echo falta saber su nombre para darse cuenta de que era una chica muy atractiva. Le ha gustado ponerla celosa esa misma mañana con el numerito de Mel. Hugo sonríe al recordar todo esto.

      - ¿Qué pasa? - Dice Mel.
      - Nada.
      - Vamos, Hugo, dímelo.
      - Nada. Sabes que soy un hombre de pocas palabras.

      Y es así. Hugo es el hombre más seco, más borde, más antipático y más soso que existe. Pero también el más guapo. Tiene algo especial, que vuelve a las chicas locas. Le gusta jugar con los sentimientos de la gente, ya que él nunca ha perdido una partida. Por eso nunca ha tenido nada estable con ninguna chica, por el miedo a salir herido. Prefiere no arriesgar, suficientes problemas tiene él. Y desde que vio a la chica nueva, tiene la impresión de que va a ser duro. Pero algo le dice que arriesgue, y que pruebe con nuevas experiencias. 

      - Aveces flipo contigo. - Susurra Mel interrumpiendo sus pensamientos.
      - Mucha gente lo hace.
      - ¿No vas a preguntarme por qué? - Pregunta Mel indignada. Ya ha apagado su cigarrillo y está a la espera de la contestación de Hugo. Ella realmente le ama.
      - ¿Por qué? - Obedece sin demasiada ilusión él.
      - Flipo por que, dudo que me quieras.

      Hugo sonríe. Siempre tiene ese tipo de conversaciones con sus ligues. "Ha llegado la hora" piensa. La hora de decirle lo que les dice siempre a todas. Mira a Mel fijamente a los ojos.

       - Mel, sabes que para mí solo existe una chica en este mundo. - Susurra mientras ella sonríe. - Y esa, no eres tú.
             
      Una mañana de Septiembre, en un hospital de Tudela.

      Segundo día de trabajo de Claudia, y de momento todo va perfecto. Su trabajo no es, lo que se dice, algo muy complicado. Es la secretaria, simplemente eso. De vez en cuando entran personas y le hacen preguntas, piden citas, etc. Pero de momento, ha sabido apañárselas muy bien. Y le pagan de maravilla, no tiene de que quejarse.
      Además, su compañera de trabajo Sandra, la que se encuentra con ella en secretaría, es muy simpática. Se pasan el día hablando y riendo. Han congeniado bastante bien. 
      A Claudia ya le ha dado tiempo a hablarle a todo el hospital de lo guapa que es su hija Triana, de que viene de Madrid y de que su hijastra Elia y su actual marido Pedro es adorable.
      Aun que, si tiene que ser sincera, cree que la cara que puso su jefe Javier al escuchar que tenía familia no fue muy agradable. Es un hombre encantador, y se está portando de maravilla con ella.
      Ayer mismo, al salir de trabajar, la invitó a cenar. Aun que ella, claro está, que lo rechazó. También le ha dado una tarjeta con muchos nombres de restaurantes, probablemente los mejores de Tudela.
      Su compañera Sandra ya cree que le está tirando los tejos, sin embargo, el resto de enfermeros y enfermeras opina que es la personalidad de su jefe; es amable de naturaleza, recibió una buena educación al criarse, nada más.

      En estos momentos, Claudia se encuentra haciendo un documento Wordl en el ordenador. Es un trabajo que debe enviar al día siguiente a Javier. Trata de los horarios de los enfermeros, etc. Por lo que se ve, ella también ha de realizar estas tareas. 

      De pronto, le surge la necesidad de ir al baño. 
      - Sandra. - Le dice a su compañera de trabajo. - Cubreme un momento, voy al baño. En seguida volveré.

      Su compañera asiente y ella abandona el mostrador del hospital. Se dirige a los servicios, los cuáles están ocupados. Llama a ambos, el de mujeres y el de hombres. Y en los dos responden diferentes voces contestándole que están ocupados.
      Claudia suspira. ¿Y ahora qué? ¿Sube a los baños del segundo piso? No cree poder aguantar, se está haciendo pis encima. De pronto, ve la oficina de su jefe Javier.

      Llama a la puerta, pero nadie responde. Cegada por la necesidad de hacer pis, entra sin pedir permiso. La oficina está vacía, se puede ver la mesa de trabajo de Javi con varios papeles y un ordenador muy grande. Dentro de esa sala, hay otra puerta. "¡Aquí!" piensa, es el baño personal de su jefe. Con prisa entra y hace pis. Pega un gran respiro, qué alivio. 

     Termina de hacer pis y se dirige a el lavadero a enjuagarse las manos. Se pone un poco de jabón y abre el grifo. Este no responde, no sale el agua. Claudia, frustrada, juguetea con la manivela para comprobar si está roto y, de pronto, la manivela cae y comienza a salir agua a modo propulsión, mojandola entera e inundando el baño.   

      En ese momento, Javi regresa a su oficina. Escucha el terrible sonido del agua y se dirige a su lavabo, dónde haya a Claudia intentando apagar el grifo, como si estuviera luchando contra él. Está mojadísima, de arriba a abajo. Su uniforme de secretaria está completamente pegado a su cuerpo, marcando cada una de sus curvas.

      - ¡Lo siento Javier! De verdad, esto tiene una explicación. - Grita Claudia al ver a su jefe.
      - No te preocupes, - contesta él sonriente- seguro que la hay y que es buena.

      Javier abre un armario que hay en su servicio y saca una pequeña toalla para secar manos. La coloca sobre los hombros de Claudia para que no se resfríe, ella sonríe y se lo agradece.

      - Verás, es que el baño estaba ocupado y... Era una urgencia.
      - Tranquila. Eres tú, así que te lo perdono. Pero, ¡Mírate! Estás chopada.
      - Si, lo estoy. - Susurra Claudia al mirarse en el espejo, el aspecto era lo último que le importaba en ese momento.
      - Anda, dúchate. - Contesta él señalando la ducha que hay en su baño personal.
      - ¡Caramba! Tienes una ducha, ni si quiera me había fijado.
      - Soy el jefe, Claudia. Tengo todo tipo de comodidades. - Contesta Javier sonriente mientras prepara una toalla grande.
      - No hace falta, tranquilo, me ducharé en casa.
      - ¿Y dejar que te quedes así el resto de la jornada? De eso nada, date prisa y dúchate, que Sandra puede cubrirte un rato, pero no toda la mañana. - Contesta éste con un guiño de ojos.
      - Muchas gracias.

      Javier abandona la sala y Claudia echa el cerrojo. Se desnuda y se mete en la ducha de su jefe. Vaya, suena bastante raro. Quizás a su marido Pedro, no le guste demasiado... Y no cree que empezar en Tudela con mentiras sea algo bueno, pero ha llegado a la conclusión de que lo mejor, será esconderlo. Este pequeño incidente de la ducha, será el secreto de su jefe Javier y de ella, de nadie más.