sábado, 22 de enero de 2011

CAPÍTULO UNO.

Una noche de Septiembre, a las afueras de la ciudad en un Audi de color grisáceo.

-          Cambia la canción Triana, ¡Cambia esta canción!
-          ¿Quieres callarte Elia? – contesta elevando la voz – hemos estado escuchando tu música comercial medio viaje, ahora toca escuchar lo que yo quiera.
-          Pfff - gira la cabeza y mira por la ventanilla del coche-,  pues que asco. ¡Odio el heavy metal!
-           My Chemical Romance no es heavy metal.
-          Tienes razón; no es heavy metal, es ruido.
-          Elia…, eres tonta. Pero sin solución, ¿eh?
-          Pues tú, tú y tu ropa… Si que no tenéis solución.
-          Vale, vale. Ya basta chicas. – Contesta Pedro, el padre de Elia. Lleva todo el trayecto conduciendo y hasta ahora no había decidido interrumpir en la discusión. – No peléis porfavor, que sois hermanas.
-          Hermanastras… - Susurra Triana.
-          Sí. Afortunadamente solo hermanastras.

Ambas se miran mal mientras en el coche suena el disco escogido por Triana. Sí, son hermanastras. Y lo cierto es que completamente diferentes. Llevan tres años compartiendo casa, padres, cotilleos… y normalmente, suelen tener las típicas discusiones de hermanas. Pero desde que sus padres tomaron la decisión de mudarse por motivos laborales, no hacen más que discutir, todo parece ir mal en la nueva ciudad en la que actualmente viven.

Diecisiete días. Diecisiete días desde que se mudaron a Tudela, Navarra, y es un completo infierno. Las dos adoraban Madrid. La gente, el ambiente, las fiestas, el clima… Todo. Ninguna entiende por que han dejado atrás aquel maravilloso lugar.

-          Hemos llegado chicas. – Susurra Pedro mientras aparca el coche. Cada una de ellas se encuentra en el otro extremo del vehículo, ninguna se dirige ni tan si quiera una palabra.
-          Perfecto, tengo unas ganas de cenar y acostarme… ¡Mañana es el día! – Contesta Elia respondiendo a su padre.
-          De eso nada, señorita. Primero, tú y tu hermana tendréis que coger las bolsas de la compra y llevarlas a la cocina.

Elia resopla y patalea levemente contra el suelo del coche mientras, a Triana ya le ha dado tiempo a cargar con las bolsas hasta la entrada de la casa.

-          Deberías aprender de ella. – Pedro se gira y mira a su hija cara a cara. – Triana es muy buena chica, y parece tener buenas intenciones contigo.
-          No tienes ni idea de nada. – Contesta Elia mirando por la ventana como su ‘magnifica’ hermanastra abre la puerta de casa cargando con la compra.
-          Pues no, no tengo ni idea de absolutamente de nada. Creía que os llevabais bien, hija. Al menos, en Madrid, compartíais cuarto, y no se os oía discutir para nada.
-          Ese es el problema, Pedro. Que esto, desgraciadamente, no es Madrid.
-          No me llames Pedro, soy tu padre.
-          Vale, ‘’papa’’. – Contesta ella con un tono burlón y a disgusto.


Suspira y abre la puerta del coche. Rápidamente sale, carga con un par de bolsas y se dirige a la entrada. “Pff, que frío hace”, piensa. Otra desventaja de su nueva ciudad: el clima es terrible. A pesar de estar en Septiembre, allí, en el Norte de España, hace un frío insoportable. O tal vez es que en la capital, donde antes vivían, hacía demasiado calor. Sí, es una posibilidad.
Elia odia Tudela. Odia Tudela, y todo lo que tenga que ver con ello. También odia su nueva casa. Por que sí, es enorme, bonita y moderna; ideal para una fiesta. Tiene piscina (la cuál no han llegado a estrenar debido al frío), y un enorme jardín, incluso podrían llegar a comprarse un perro. Pero tiene un único inconveniente; esta completamente alejada de la ciudad. Y Elia es incapaz de vivir lejos de la civilización, del tráfico, del ruido, de la fiesta, de las tiendas… Dios, ahora si que hecha incontroladamente de menos Madrid. A partir de ese día, todas las mañanas, tendrá que levantarse media hora antes ya que tardará veinte minutos en coche para llegar a su nuevo instituto. O tal vez algún día Triana le lleve en su moto… No, probablemente se niegue. Hay que ver, tantas cosas en común que tienen...: Son adolescentes de la misma edad, van al mismo instituto, les gusta cotillear acerca de los chicos… Y a pesar de ello no logran congeniar.

Tienen muchas diferencias, pero también muchos rasgos en común. Ambas son bellas, sólo que Triana se saca menos partido que Elia. Y Elia no entiende por qué no lo hace. Sabe que Triana es una chica físicamente atractiva, pero su personalidad, su carácter, su estilo, su ropa, sus amigos… Sin embargo, es guapa. Y eso es innegable. Jamás será como Elia, por mucho que lo intente, de eso es consciente. Triana sería incapaz de gastarse 140 euros en un vestido de seda rojo para conquistar a un chico. “¡Que tontería!”, pensaría ella… Lo vería como una locura. Con 140 euros Triana se compraría cuatro camisetas de los Rolling’Stones, otras tres de los Ramones, ¡Y aun le sobraría para salir de birras con sus amigos! Según el punto de vista de Elia, Triana es un desperdicio de chica. Aunque le consta que tiene una historia muy dura; con tan solo siete años su padre murió en un accidente, y su madre,  Claudia, se encontraba en paro. Fue duro sacar dinero de donde no tenían, ya que el único que trabajaba en esa familia era el padre, difunto. Hasta que Claudia, la madre de Triana, conoció a Pedro, el padre de Elia. Y surgió el amor. Y en realidad, no se arrepiente de que pasará. Son hermanastras, y se quieren. Aun que discutan noche y día, se aprecian. Sí, así es Elia. Y así le gusta ser, justo al contrario de su hermanastra Triana. Ella es, o al menos era, la chica más deseada en su antiguo instituto de Madrid. Rubia tirando a castaña, dieciséis años, 1.70 de altura, ojos verdes, un buen tipo y una sonrisa perfecta. No le gusta presumir, pero tiene motivos para creerse que es un autentico pivón. Además, viste completamente a la moda. No hay semana que no vaya de compras. Y, aun que parezca increíble, no es que tenga mucho contacto con los chicos.

Sí, le encantan, y tiene muchos amigos. Pero ella busca algo de lo que, de momento, todos los adolescentes masculinos huyen;  una relación seria y estable. Tiene muchos seguidores, y muy guapos. Pero ninguno esta dispuesto a rechazar a un millón de mujeres libres por ella. Realmente, nunca ha tenido un novio verdadero. Elia es una ilusa. Y seguirá esperando hasta encontrar a su hombre perfecto. De echo, mantiene la esperanza de hacerlo, de encontrarlo aquí, en Tudela, ¿quién sabe?, quizás esta pequeña ciudad al final no resulte una pesadilla del todo.
Elia abre la puerta de la entrada y entra en la casa, en su nueva casa. Se dirige a la cocina y deposita las bolsas de la compra en la mesa principal. Allí se encuentra Claudia haciendo la cena. Ésta le sonríe, y Elia le responde con otra cariñosa sonrisa.


-          ¿Qué tal estás, Elia? ¿A gusto en tu nuevo hogar?
-          Sí. – Sonríe amablemente, pero su contestación ha sido brusca.
-          Me alegro. Lo cierto es que esta casa es preciosa. Y Tudela, aún más.
-          Lo es, lo es.
-          Por cierto, creo recordar que Triana subió a su cuarto. Es una ventaja que ahora cada una tengáis uno propio.
-          Sí, lo es. Voy a ver qué hace, hasta luego Claudia.


Claudia sonríe. Por más que lo intenta no logra tener un tema de conversación decente con su hijastra. Le da mucho pudor.


Elia sube las escaleras encaminándose a su cuarto, su propio cuarto… En el fondo echaba de menos un espacio para ella sola. Esta nerviosa. Mañana es el día. Mañana es su primer día de instituto, y tiene que causar impacto a todos. Abre su armario y piensa detenidamente que podrá ponerse. Sabe perfectamente que va a causar impresión a cada uno de sus compañeros, y para eso, debe de ocultar como sea que su hermanastra es el bicho raro de Triana.

Una noche de Septiembre, a las afueras de la ciudad en el cuarto de una incomprendida adolescente.

Triana cierra los ojos mientras se tumba en la cama. Se pone los cascos y coge su iPod. My Chemical Romance, su grupo favorito. Pone el volumen al máximo. No ha echado el cerrojo de la puerta, pero espera que nadie le moleste en su momento de reflexión, si no es su madre para avisarle que tiene que ir a cenar, claro.

Suena “Cancer”. Tiene tantas cosas sobre las que pensar, que no sabe por donde empezar. Le duele discutir con Elia, nada más bajar del coche fue rápidamente a casa y subió directamente a su habitación para evitar cualquier tipo de conflicto. Ella también tiene sentimientos, y si su propia hermanastra piensa que es una ‘rarita’, incontroladamente ella también lo va a pensar de si misma. Le encanta fingir que es dura como una piedra, que nada le duele, que jamás derribarán esa pose de chica mala que tiene, pero lo cierto es que en su interior solo hay una niñata que echa de menos a su padre. A ese padre que un accidente de tráfico le arrebató con tan solo siete años. Cada noche lo recuerda, recuerda regresar a casa tras el colegio con su antigua cuidadora, y ver a Claudia, su propia madre, derrumbada. Hacía apenas diez minutos le habían llamado del hospital. Pero ella era solo una niña, y en el hospital, al ver su cadáver, solo fue capaz de ver a su papi durmiendo. Desde aquello, no puede evitar fingir que nada le ofende, que no tiene sentimientos, que nada le va a sentar mal. Le robaron la infancia. Ella… Ella quisiera ser una chica normal, normal y corriente. Como su hermanastra. Pero sabe que no podría.

Es como si llevará una maldición encima. Además, en casa… Nunca le ha ido ‘muy bien’. Su madre solía perder los papeles e incluso fue alcohólica. No, no ha tenido un pasado muy bonito que se diga. Por eso, al contrario que a Elia, Tudela le apasiona. Cree poder empezar de cero, encontrar su sitio, sin renunciar a su estilo, claro. Además, ahora, su nueva casa, está lejos. Lejos de todo, para poder reflexionar, es perfecto. Hace frío, o al menos refresca. Humedad. Cielo nublado. ¿Por qué no se habrían mudado antes allí? Está realmente encantada.


La canción se cambia. Suena ‘Your Call’ de Secondhand Serenade. Cierra los ojos y los aprieta con mucha fuerza. Una pequeña lágrima resbala por sus mejillas. A pesar de tener un pasado oscuro, también ha tenido buenos momentos. Ella se enamoró de un chico moreno, ojos oscuros, delgado, gracioso, y encima no era de los que se fijan únicamente en la estética. Se enamoró del hombre perfecto hace no mucho más de un año. Cuando cumplió los quince. Y desde entonces, lleva saliendo con el hombre de su vida, Derek. Con el que, a pesar de todo; sintió amor. Y con el que perdió la virginidad ese mismo verano. Le hecha de menos, demasiado de menos. Saca el móvil de su bolsillo y relee todos los mensajes que se han mandado a lo largo de todos esos meses. Sonríe. Le ama. Rápidamente abre un nuevo SMS. ‘Te hecho de menos’ escribe. Pulsa enviar. Cierra los ojos de nuevo. La canción acaba.


-          ¡Triana, a cenar! – Grita su madre desde la cocina.
-          ¡Ya voy! – Contesta.

Se levanta, se mira al espejo y se hace una coleta alta. Vaya, puede que Elia tenga razón al decirle que debería sacarse más partido. Es guapa, tiene unos ojos azules enormes, y el pelo negro, negro muy oscuro, liso y largo. Respecto al cuerpo… Tampoco le importan mucho a ella estas cosas. Aun que sí, podría vestir mucho más atrevida. Unos shorts y una camiseta corta enseñando un poco de tripa le harían mucho más seductora, ella podría llegar a ser una chica como su hermanastra sin ningún problema. Pero el aspecto no lo es todo; a ella le gusta el interior de la gente, eso es lo que cree que cuenta realmente. Y jamás renunciará a su estética. Se sentiría tan sumamente incomoda con una falda vaquera… ¡O con un vestidito corto! No quiere ni imaginarlo. De todos modos, está harta. También la apetece cuidarse un poco, llamar la atención… Tal vez al acabar la cena le pida a Elia algo de su ropa, y así poder empezar el instituto con buen pie. Sí, eso hará.


Finalmente, abre la puerta y baja rápidamente a la cocina.
-          ¿Qué hay para cenar? – Pregunta.
En la mesa ya están los tres sentados, solo falta ella. Pedro corta con paciencia un trozo de su filete de carne, mientras Elia lleva una aceituna a su boca. Claudia fija la mirada en Triana.
-          Hija, llevo llamándote cinco minutos. – Dice al fín.
-          Lo siento, mamá. Estaba escuchando música.
-          No puedes vivir en tu mundo.
-          Me gusta mi mundo. – Responde mientras se sienta al lado de Elia, y enfrente de Claudia.
Silencio. Por fin. Lo echaba de menos.
‘Que familia tan rara’. Pensará cualquier persona. Ahora, ninguno sabe que comentar. Finalmente, Elia rompe la tranquilidad.
-          Papa, ¿me llevarás mañana al instituto por la mañana?
-          Nos llevarás. – Corrige Triana con una mirada desafiante.
-          Claro. Empezáis a las nueve, pero solo mañana. Ya sabéis que el resto de días a las ocho.
-          Este curso va a ser muy duro e intensivo chicas. – Añade Claudia- Primero de bachillerato no es nada fácil, tenéis que empezar fuerte.
-          Tranquila mamá, lo haremos. – Contesta Triana- O al menos yo.
-          Descuida, soy buena estudiante. – Responde Elia.
-          Pero no buena persona.
-          ¿Y tu que sabrás, si no eres nadie?
-          Soy todo lo que tu jamás serás, tonta.
-          ¡Eh, basta! – Grita Pedro. - ¿Qué demonios os pasa? ¡Habéis estado todo el trayecto discutiendo! ¿Qué pasa, que no tenéis suficiente con eso?
-          ¡Dios, es que no la soporto! – Grita Elia.
-          Bueno, ella tampoco te soporta a tí y no te está atacando continuamente. – Responde Claudia, en defensa de su hija.
-          Ahora no vayas tú a comportarte como una cría, Claudia. – Le contesta Pedro con una mirada arrogante.
-          La única que se comporta como una cría continuamente es Elia y tú, Pedro, te esfuerzas en defenderla. – Responde Triana.
-          ¡No contestes así a mi padre! De no ser por él estaríais sin un duro, como cuando murió su marido... – Grita Elia dirigiéndose a Claudia, pero de inmediato se da cuenta de que tal vez debió haberse callado.

Claudia baja la cabeza y guarda silencio. Triana no puede creer lo que Elia acaba de insinuar; que Pedro les salvó de la miseria, que de no ser por ellos estarían en la calle o pidiendo préstamos y ayudas para poder sobrevivir. Realmente, Elia ha atacado duro. Triana le dedica una mirada desafiante, acompañada de dolor y decepción. Elia sabe lo mucho que se ha equivocado al decir aquello, y que ha herido los sentimientos de Claudia, pero ya es demasiado tarde. Además, el orgullo que posee le impide romper el silencio en ese incómodo momento para disculparse. Triana se levanta bruscamente, recoge su plato y se marcha. Pedro trata de poner calma abrazando a Claudia y susurrándole que perdone a Elia, que no sabe de lo que habla. La cena se ha acabado convirtiendo en una completa pesadilla. Finalmente, Pedro y Claudia recogen la mesa y se retiran a su cuarto a descansar. Elia hace lo mismo y sin decir ni una sola palabra, sube a su cuarto. Tanto ella como Triana se sienten mal. No solo han discutido ellas, si no que han hecho que sus propios padres se enfrentasen. Y realmente, eso les duele.
Elia prepara la ropa del día siguiente. Ha escogido unas sandalias, unos shorts muy cortitos y una blusa ancha. El pelo lo llevará suelto, es lo más natural.
Triana coge el móvil. ¡Bien! Derek le ha contestado al mensaje. ‘Yo también a ti, mi amor. Madrid sin ti es un asco, te quiero.’ Triana sonríe. Derek es su vida entera, y tiene que vivir separada de él…  por unos malditos kilómetros de distancia. Se mete en la cama y se dispone a dormir. Pero antes de hacerlo saca del armario una camiseta de Hard Rock London y unos pantalones no demasiado cortos con unas converses.


Definitivamente, se niega a pedirle a la bruja de su hermanastra algo de ropa para mañana.

Una noche de Septiembre, a las afueras de la ciudad en la casa de un chico con un proyecto; el de empezar de cero.

Está conectado al Tuenti, pero no habla de nada interesante con nadie. Son las doce de la noche, y mañana a las ocho tiene que estar en pie para ir al instituto. Por fín, empieza el curso. Una oportunidad para demostrar que ha cambiado en este verano. Que ya no es el mismo 'chico raro' que en Junio. Que va a arrasar.

Aron está nervioso, realmente nervioso. Sabe que si quiere tener novia, ser alguien, tiene que cambiar de amistades. Puede que esto suene a un desesperado, pero él quiere enamorarse. Quiere sentir lo que es el amor. Y bueno, no estaría mal presumir de novia guapa. Ha adelgazado este verano, un montón. Está prácticamente irreconocible. 
Es guapo, y ahora se acerca a estar bueno. De no ser por su mala fama, con un poco de arte conseguiría a la primera lo que se plantease. Pero a uno, le cuesta lo suyo cambiar su reputación. No es algo fácil. Aunque Aron esta dispuesto a conseguirlo. Ahora ya no lleva gafas, si no lentillas. Ni pantalones anchos; ahora son pitillos. Una camiseta un poco apretada, que así se nota que se ha estado cuidando este verano. Está realmente moreno, y eso hace que sus ojos verdes resalten más. Tiene el pelo corto, un poco de cresta, pero no demasiada. Y ahora que le han quitado los brackets, su preciosa sonrisa llamaría la atención hasta de un ciego. Tiene miedo, miedo a las críticas. De lo que puedan pensar de él, de si triunfe o… fracase. Solo tiene que confíar.
Este verano ha estado exactamente con doce chicas. ¡Todo un éxito! Pero no busca más rollos, ahora busca una relación seria y estable, aun que en el fondo sabe, que hoy en día, ninguna chica adolescente busca esas cosas… 
O tal vez sí, ¿quién sabe?

8 comentarios:

  1. buaaaaaaaaaaaah, blanca me encanta! tienes un arte que vamos.. flipas! en serio, ya estoy esperando a la siguiente publicacion! chan chan! ajajaja un besito cariño! (L)

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  2. Me ha gustado mucho :)
    sigo el blog a la espera de nuevos capitulos :)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. yo también me uno a ésta lectura:P

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  5. Me encanta!:D Lo unico un poco surrealista es cuando la madre defiende a triana como si fuera una niña, pero esta muy bien:)

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  6. Me encanta tu blog :)
    pasate por el mio a ver si te gusta
    besos

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  7. ¿No has pensado en hacer un libro con esto?
    Eres maravillosa escribiendo.
    un beso :)

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