domingo, 23 de enero de 2011

CAPÍTULO DOS.

Una mañana de Septiembre, a las afueras de la ciudad en el cuarto de una adolescente perezosa.

Elia abre un ojo. Escucha ruidos, voces. Luego abre el otro. Pega un bostezo y se revuelca entre las sábanas. ‘Que raro’ piensa, ‘aun no ha sonado el despertador.’ Y está en lo cierto; el despertador aún no ha sonado. ¡Pero por que ayer se le olvido ponerlo! Rápidamente, al recordarlo, coge el móvil y mira la hora que es. ¡Mierda, las 8.30! Empieza en media hora y aún tiene que desayunar, vestirse, arreglarse… ¡Y tarda veinte minutos en llegar a su nuevo instituto!
No sé explica como ni su hermanastra, ni su padre, ni su madrastra la han despertado. Aún con legañas en los ojos baja con rapidez a la cocina donde se encuentra Pedro preparándose un café.

-          ¡Papá! ¡Son las ocho y media! Empiezo en media hora y… y… ¡Y MÍRAME!
-          Lo siento hija… Tanto Claudia como yo nos hemos dormido, no nos ha sonado el despertador a tiempo.

Elia tiene ganas de llorar. No puede empezar el primer día así… ¡No puede! La imagen para ella es importantísima, y la primera impresión que van a recibir todos sus compañeros es que es una tardona. Con agilidad coge un puñado de cereales de chocolate y se los mete en la boca. Mastica bruscamente. Su padre, no puede evitar mirarla con asombro, su hija no suele comportarse de ese modo.

-          ¿Qué modales son esos Elia?
-          Joder, papá, no me da tiempo a ponerlos en un vaso de leche y comérmelos con tranquilidad, ¡¿sabes?!

Pedro guarda silencio. No sabe que le ha impresionado más, si la contestación de su hija o el hecho de verla comer los cereales como una auténtica cavernícola. Sencillamente, se gira a por un par de galletas e ignora a su hija. En ese momento baja Claudia, asustada.

-          ¡Pedro! ¡Triana no está en su cuarto!
-          ¡¿Qué?! – Grita Elia. No puede creerse que su hermanastra no la haya despertado.
-          Tranquila, Claudia. Se ha ido al instituto, o al menos eso supongo. – Dice señalando una taza con leche que hay en la mesa- cuando bajé, ya estaba aquí. Y de momento, ella es la única que puede haber desayunado antes que nosotros. No te preocupes, se habrá ido en su moto.

Claudia resopla. Detesta que su hija vaya en moto por la sencilla razón de que el porcentaje de accidentes es muy elevado. La vida de su hija corre peligro cada día que se transporta en ese vehículo. Además, tan solo la tiene desde hace tres meses, cuando Pedro se la regaló por cumplir los dieciséis años. Es una principiante, y corre mucho peligro.

-          Joder, ¿y no nos podría haber despertado? – pregunta Elia.

Claudia y Pedro se encogen de hombros. Ambos se miran, no saben que hacer. Elia está apunto de explotar, tiene mucha impotencia en su interior.

-          Rápido –le dice Pedro- sube a tu cuarto y arréglate, en cinco minutos nos vamos.

Elia no contesta. Asiente y sube a su cuarto. Tiene cinco minutos para hacer lo que, normalmente logra en media hora. Resopla. Coge la ropa que escogió anoche y rápidamente se la pone. Va al baño, se lava los dientes, se peina… Y escucha a su padre llamarla desde el recibidor.
-          ¡Vamos Elia! ¡No llegarás a tiempo!
-          ¡Ya voy!

Rápidamente se maquilla no demasiado bien y se pone colonia. Se cepilla de nuevo su largo cabello liso y finalmente, coge su mochila y baja las escaleras rápidamente. En la entrada de la casa ya no está su padre, pero Claudia le indica que le está esperando en el garaje. Abre la puerta y una ráfaga de viento le agita el pelo. Otra vez frío. Resopla. Que asco de ciudad. Camina rápidamente hasta el coche y sube en el asiento de copiloto, al lado de su padre. Triana es asquerosa, su moto no esta allí aparcada. Eso quiere decir que se fue sin despertarla, a sabiendas de lo importante que era para Elia ese día. Ahora la de la buena reputación será Triana. Aun que no, no es muy probable que su aspecto y su ropa provoquen buena impresión. Quedan quince minutos para que empiece el instituto, si quiere llegar a tiempo tendrá que ir bastante más rápido que de costumbre. Cree poder hacerlo, cree poder llegar antes de que empiecen las clases… Pero todo eso cambia cuando llegan a la ciudad, donde hay un tráfico horrendo. Ahora solo faltan cinco minutos.

-          Tardaremos diez minutos en llegar…
-          Creo que voy a bajar. Tal vez llegaré antes corriendo.
-          Tal vez sí, hija. Hay un gran atasco ahí delante. Lo más probable es que estemos parados aproximadamente cinco minutos.
-          Me da tiempo a llegar corriendo, me da tiempo… - Elia se mentaliza mientras el coche avanza poco a poco.
-          ¿Recuerdas el camino para llegar? Cuando fuimos de visita, ya sabes… Todo recto, giras en el parque y…
-          Sí, papa, lo recuerdo. Gracias por traerme.
-          De nada hija – le da un beso en la frente.

Elia sonríe. Coge aire y abre la puerta. Más viento, más frío. Baja del coche y corre en dirección a su nuevo instituto. Quedan cinco minutos para que toqué la campana y tal vez se encuentre a quince minutos andando. Corre, va muy rápido, empuja a personas… Sea como sea tiene que llegar a tiempo.

Esto es a lo que le llama empezar con buen pie el nuevo curso.


Una mañana de Septiembre, en la puerta de un instituto, a punto de comenzar las clases.

Ya se han reunido, las tres de siempre: Alex, Julia y Carolina. 
Están en la puerta del instituto, pero aun no han entrado. Comentan todas las anécdotas de este verano, aun que realmente ya se habían visto antes y ya se las conocen. Los estudiantes van entrando en el instituto y se cruzan con ellas. Todos saben quienes son y, los que se atreven, saludan amablemente. Ellas ríen, el verano les ha sentado de lujo a las tres. Ahora habla Alejandra, Alex. Está contando entre risas todas esas cosas que le han pasado entre Julio y Agosto. Alex es rubia, con el pelo algo rizado y muy largo. Tiene unos ojos verdes preciosos y es una fanática de las compras. Ya tiene algo en común con Elia. Es muy guapa, como el resto de chicas de su grupo. Son solo tres, pero están muy unidas. Ahora está contando que este verano tuvo un romance con un chico de veinte años.  Ella no es muy lanzada, pero belleza no le falta. Julia sonríe. Alex la llamó esa misma noche para contárselo todo con detalles. Confían mucho la una en la otra, al menos más que en Carolina.

-          Es cierto, yo doy fe de ello. – Afirma Julia guiñándole un ojo.
-          ¿Sí? – Pregunta Carolina, que aun no ha terminado de creérselo. – Con lo calladita que es nuestra Alex… ¡Y mírala, que depredadora!
-          Jamás depredaré a nadie tan bien como tú lo haces, pero algo se intenta. – Contesta en su defensa entre risas.
-          ¿Y tú, Júlia? ¿Algún amor de verano?

Julia sonríe. Este verano, al igual que los anteriores, estuvo en un campamento en Nueva York. Y allí tuvo un rollo con un americano que se llamaba Ben. Julia es guapa. Es castaña y muy morenita de piel. Tiene una sonrisa perfecta, y el pelo algo ondulando aunque normalmente se lo plancha. 

-          Yo, bueno, ya sabéis, con Ben.
-          Ah, es cierto. ¿ Seguís manteniendo el contacto?– Susurra Alex entre risas.
-          Si, hablamos algunas veces por facebook... Pero no muy a menudo.
-          Ohh… - Todas hacen un sonido de decepción.
-          Pues chicas, yo sigo igual que siempre. Enamorada de Marcos. – Dice Carol.
-          ¿Y cómo lo lleváis?
-          Bueno, antes de verano decidimos dejarlo.
-          Ah, entiendo, un tiempo para ‘que se calmen las cosas’…
-          Sí. Un tiempo de esos en los que yo he podido ligar con un montón de pivonazos sin ningún tipo de remordimientos.

Todas ríen. Carolina: castaña con mechas rubias, tipazo y ojazos azules. Es, sin dudarlo, una auténtica ‘depredadora’ de hombres. No sabe vivir sin ellos. Es de las que en una noche tiene catorce romances. Es guapa, pero muy suelta, tal vez demasiado; y eso no le crea muy buena fama. No soportaría una relación seria y estable, se cansa muy rápido de los chicos. Hay tantos en el mundo que no puede conformarse con uno solo. Antes del verano, estaba saliendo con Marcos. Pero ella le fue infiel. La primera vez, se sintió mal. Pero a la cuarta de ponerle los cuernos ya lo vio algo normal. Llevan siete meses juntos y en el segundo mes ya tenía otros ligues. Es algo que sabe todo el instituto, no se pueden esperar otra cosa de Carolina. Incluso Marcos lo sabe. Pero él… Él esta tan enamorado de ella, que no le importa. Y finge no saber nada, engañarse a sí mismo es la mejor opción.

Las tres ríen. Son tan iguales, tan guapas, tan amigas, simplemente como hermanas, almas gemelas.
Falta un minuto para que empiecen las clases. Que asco. Nuevo curso. Por suerte, irán a la misma clase.

-          ¿Entramos, chicas? – Pregunta Alex.

Carolina y Julia asienten, y a desgana se disponen a comenzar las clases del primer día de instituto. Pero antes, Carolina susurra algo y las tres elevan la vista. A tan solo veinte metros de ellas ven a una chica rubia, de su misma edad más o menos, corriendo hacía allí. Es Elia. Esta sofocada y tiene los mofletes rojos de tanto correr. Va completamente despeinada, tiene flato y le cuesta respirar. Las tres se ríen con maldad de ella. “Que pringada”, piensan.



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