martes, 3 de julio de 2012

CAPÍTULO DIEZ.

Una tarde de Septiembre, ese mismo día, en una casa alejada de la civilización.


Elia no deja de recorrer toda la casa de arriba a abajo. Está eufórica. ¡Le han invitado a una fiesta, el segundo día de clase! ''¿Quién se ríe ahora, eh, Carolina? ¡Tus propias amigas son las que me han pedido que vaya a su fiesta! ¡Ja!'' Piensa continuamente.
Y esque, tiene que admitir que Alex y Julia son muy simpáticas, pese a que se junten con la peor persona de todo el instituto.
Ahora solo tiene un dilema: ¿Qué diablos se pondrá para esa fiesta? Alex le dijo que no sería una fiesta normal; sería una fiesta de disfraces. 'Disfraces sexys', esas fueron concretamente sus palabras.


Elia sube a su cuarto y se tumba en la cama, sonriente. Ahora solo toca decidir qué se pondrá ese mismo finde para llamar la atención de todos. 
''¿Pero qué tipo de fiestas hacen en Navarra?'' piensa para sí misma. ''¿No podría ser una fiesta normal y corriente? Sería mucho más sencillo, yo me pondría un vestido de los muchos que tengo y ya está...''
Pero no, Alex quería celebrar sus 16 años de una forma más especial. 
Elia pega un brinco. ¡Ya lo tiene! Buscará en internet tipos de disfraces. Seguro que encuentra alguno perfecto, en internet hay muchas sugerencias creativas y ella actualmente, es lo que necesita.


Se dirige a su escritorio, donde se encuentra su ordenador. Lo enciende. Como siempre, éste tarda un poco en arrancar, Elia lo golpea suavemente. ''Maldita chatarra'' piensa.
Pero sorprendentemente no tarda tanto como suele pasar; así que rápidamente Elia aprovecha la agilidad que posee el ordenador ese día y abre una ventana para conectarse a Tuenti. Ahora que lo piensa, hacía mucho tiempo que no entraba en su red social. Tiene muchas novedades, a ella le encantan esas cosas. Las abre una a una. La mayor parte son mensajes de sus amigos y amigas de Madrid, diciendole lo mucho que la echan de menos. Elia sonríe con algo de tristeza, ha dejado a tanta gente atrás...


Pero entonces se fija más detenidamente en sus novedades. ¡Tiene tres peticiones de amistad! Claro, la de Alex y Julia... Aunque, espera un momento, no le salen las cuentas. ¿Quién es esa tercera persona? ¿Carolina? No es posible. ¿Cómo iba a mandarle Carolina una petición de amistad a ella? Aunque, claro, quizás se trate de... Marcos. Es lógico que ha sido él. La primera persona del instituto que le dirigió la palabra. Su amor a primera vista. Elia sonríe de nuevo, pero esta vez no de una manera triste como anteriormente con los mensajes de sus amigos; ahora sonríe con energía, entusiasmada. Rápidamente abre las peticiones, y para su sorpresa, se había equivocado.


Sí, dos de las peticiones las había acertado: Alex y Julia. Pero la tercera persona no es Marcos, si no como ella misma había descubierto esa misma mañana en el instituto, su hermano pequeño; Aron.
Vaya, que sorpresa. La verdad es que había olvidado por completo a ese chico. Y eso que se portó muy bien con ella; también le hizo caso el primer día e incluso hoy habían vuelto a hablar. Era simpático, tal vez un poco raro, pero de todos modos le daba buenas sensaciones. 


Elia acepta las peticiones de amistad de los tres. Le gustaría no hacerlo; pero como de costumbre, pierde unos diez minutos de su tiempo cotilleando sus perfiles. Es una costumbre que tiene y más ahora, cuando acaba de conocerles.  
De pronto recuerda cuál había sido su propósito al encender el ordenador; buscar disfraces para la fiesta de Alex. Con mucho detenimiento busca ideas por Google. Entra una página un poco extraña, pero con muchas ideas. Y no todas son malas. Están las típicas; un disfraz de conejo, de polícia, de diablo... Y de pronto, lo vio. Y en cuanto lo vio supo que sería el disfraz perfecto para ella. ''Enfermera'' piensa. ''¡Me encanta!''
Sonríe de nuevo. Es la emoción de empezar de cero en un nuevo lugar. Siente libertad, nadie le juzga por cosas que haya hecho en el pasado. Ahora es una persona libre y tiene la oportunidad de comenzar una nueva etapa de su vida. Así es como ella ve el lado positivo de haberse mudado a Tudela.


De pronto, algo del ordenador le llama la atención. Ha recibido un mensaje nuevo. Con la mente en blanco, ya que no tiene ni la menor idea de quién se trata, lo abre y lo lee.
''Mensaje de Aron Piqueras:
¡Hola Elia!
Espero que recuerdes quién soy, el chico de clase.., bueno, el hermano de Marcos. Seguro que ahora si que te acuerdas de mí, ¿verdad? Jaja, bueno, solo estaba bromeando. 
Me preguntaba si estás muy ocupada esta tarde, porque si no es así... Bueno, me tengo que comprar un par de libros, y necesito a alguien que los tenga para que me indique de qué editorial son y todo eso. Espero no estar pareciendo un pesado... Es solo que parece ser que nadie está disponible hoy y necesito comprarlos. Si quieres podemos dar un paseo y te muestro un poco Tudela. Si te apetece, claro.
Contesta con sinceridad, si no tienes ganas lo entenderé, de todos modos puedo pedirlo a otra persona.
Un abrazo.''


Elia siente muchas cosas a la vez. Por un lado, le da bastante vergüenza; solo es el segundo día de clase y ya va a salir -aunque los motivos sean absurdos- con un chico por la ciudad, pero por otro lado.., él le cae bien, y no tiene nada mejor que hacer. Además, con Aron encajó a la perfección desde el primer momento. Tal vez hablar con él, desahogarse, contarle sus impresiones sobre la gente del instituto, sobre Tudela en general, le haga sentir  algo mejor. 
Sonríe. Justo como hace un rato, se siente completamente libre. Y las personas libres hacen lo que les apetece hacer, sin dar explicaciones a nadie. Así que esta vez se olvidará del 'qué dirá la gente'. Esta vez será libre y escogerá qué hacer esa tarde ella misma, sin dejarse influenciar por nada ni nadie.


Una tarde de Septiembre, en una casa en el centro de la ciudad.


- ¡Eh, eh! ¿Y ahora quién soy? - Pregunta Alex mientras imita, cómicamente, a un señor gordo al que le cuesta andar.
- Mmm.., ¡Ah, ya sé! ¿El profesor de historia? 
- ¡Punto para Julia!


Las dos ríen. Han quedado también con Carolina y su prima Vicky, pero ellas aún no han llegado. Están jugando a un viejo juego que les solía entretener, pero ahora que están empezando el curso no es tan divertido ya que no conocen a sus nuevos profesores.
Siempre han sido muy amigas la una de la otra. Obviamente, también lo son de Carolina, pero entre ellas dos existe una conexión especial. Desde que eran pequeñas han sido inseparables, y a medida que han ido creciendo su amistad a continuado. Por ello se tienen tanto respeto la una a la otra; por que sí, tal vez de vez en cuando discutan, ¿pero qué amistad no tiene discusiones? Todo el mundo discute, hasta los mejores amigos.


De pronto alguien entra en la habitación. Es la madre de Alex.
- Alex, cariño, mira quién ha venido.
Las dos esperan que tras su madre se escondan Carolina y Vicky, pero no es así. La madre de Alex se aparta para que ésta pueda ver de quién se trata. Y entonces, cuando Alex le ve, solo puede gritar una cosa:
- ¿¡Papá!? - Llena de emoción corre a sus brazos.
- ¡Alex! - Le contesta él mientras la abraza muy fuerte y la alza, la madre observa la escena llena de admiración. - Madre mía, como has crecido hija. Y has engordado un poco, la última vez que te vi recuerdo que no me costó tanto auparte. - Bromea.
Alex ríe y le golpea en el hombro. Normalmente, no consiente ese tipo de bromas. Nunca ha estado contenta con su físico, y eso que no tiene nada que envidiar a sus amigas. Está delgada, tal vez un poco menos que Carolina o Julia, pero de todos modos no es algo que se note a simple vista. 


Su padre llevaba un año fuera de casa, viviendo en Ucrania por motivos laborales. En un principio iban a mudarse toda la familia, ya que solo son tres y separarse era algo trágico; pero Alex rogó y rogó a sus padres permanecer en Tudela. Ella lo último que quería era mudarse al extranjero, dónde ni si quiera sabría hablar el mismo lenguaje que la gente de allí. Y al final, sus padres accedieron y le permitieron quedarse en Navarra; lo cuál conllevó la separación de la familia.


- Papa, te he echado mucho de menos. ¡Por fin has vuelto!
- Sí hija, lo sé. ¿Qué tal el primer día de colegio? ¡Ah por cierto, hola Julia! Con toda la emoción, no te había visto.

Julia ríe vergonzosa y saluda amistosamente, también ha estrechado lazos con la familia de su mejor amiga, ya que siempre ha pasado una gran parte de su tiempo en casa de Alex.
- Todo bien papá, todo muy bien. - Contesta sonriente Alex. 
Justo en ese momento, suena el timbre de la puerta.
- Oh, ¿y quién será ahora? ¿No te habrás traído a nadie de Ucrania, verdad Alfredo? - Bromea la madre de Alex dirigiéndose a su marido, y éste lo niega con la cabeza.
- No, mama. Es Carolina y su prima, que acaba de llegar de Inglaterra y les he dicho que vengan a pasar un rato con nosotras.
- Ah, bien. Pues entonces ve tú y recíbelas. Tu padre y yo vamos a nuestro cuarto, que yo también le he echado de menos.


Los padres de Alex hacen un juego de miradas mientras se retiran y Alex acude a abrir la puerta. Julia se queda en la habitación de ésta esperando. 
Cómo envidia a la familia de su mejor amiga. Desde que era muy pequeña ha tenido que soportar broncas y discusiones en casa. Es normal; ella tiene tres hermanos mientras Alex es hija única. Para ella es todo mucho más complicado. Si no discute con su hermano mayor, esta discutiendo con el menor de todos. Y cuando no es su madre la que se enfada, es su padre el que la culpa por todos los problemas. Mientras tanto, Alex vive a la perfección y tiene una magnífica relación con sus dos padres. Aunque claro, visto de otro modo, Alfredo ha pasado todo un año lejos de casa y Alex ha tenido que vivir 365 días sin un padre. Y parece que no, pero es algo duro, ya que no ha tenido ocasión de viajar a Ucrania para verle ni él de volver a España para visitar a sus dos mujercitas. Hasta ahora.
Unas voces que proceden del pasillo cada vez se encuentran más cerca. Son sus amigas, que hablan del tiempo climático.


- No te creas, en Inglaterra tampoco es muy diferente... - Debate Vicky justo en el momento en el que entran en la habitación.
- ¡Hola! - Julia se levanta rápidamente y se acerca a la prima de Carolina. - Soy Julia.
- Encantada. - Contesta ella mientras le da dos besos. - Yo Victoria, pero llámame Vicky.
- ¡Bueno, ya estamos todas! - Concluye Alex tras un breve silencio incómodo.
- Sí - responde Carolina mientras se mira las uñas con detenimiento, luego sube la mirada y continua hablando - mis dos mejores amigas y mi primita. ¡Que tiemble Tudela!
- ¡Eso, que tiemble! - Contestan las tres entre risas.
- Por cierto - interrumpe Alex - ya está todo decidido acerca de mi fiesta; será este sábado a las 11:00 de la noche y... ¡Tengo mi disfraz!
- ¿Ah sí? ¿Y de qué vas? - Contesta Julia con emoción.
- De... ¡Bombera! Sí, lo sé, soy una genia.
- ¡Qué buena idea! A mi no se me ha ocurrido nada ingenioso - contesta Julia de nuevo - supongo que iré.., pues lo típico, de conejita.
- ¿De qué fiesta habláis? - Pregunta desconcertada Vicky.
- Oh, es cierto. Alex, mi prima tiene hueco en la fiesta, ¿verdad? - Dice en su defensa Carolina.
- ¡Oh vaya! Lo siento, se me olvidó contar contigo. Por supuesto que estás invitada, va a ser muy divertido y va a venir todo el mundo. Conocerás a mucha gente. Lo único que se requiere es venir disfrazada. Pero no un disfraz normal... - repite lo mismo de siempre mientras mira a sus compañeras y las tres continúan la frase a la vez:
- ¡Un disfraz sexy! - Gritan mientras ríen.
Vicky se une a esas risas. Se le ocurren un par de disfraces, a ella siempre le ha gustado mucho este tipo de cosas. En ese momento mira a su prima, su apoyo más firme y le dice:
- ¿Y tu, Carol, de qué vas a ir?


Ésta sonríe. Todo el mundo quiere saber como irá Carolina a la fiesta, siempre llama la atención más que ninguna. A cada fiesta que asisten va deslumbrante y al día siguiente se comenta lo perfecta que iba. Le gusta llamar la atención, y la verdad es que lo consigue.
Y ahora más que nunca va a poder llamar la atención, ya que es una fiesta de disfraces y puede llamar la atención de una manera muy especial. Sus amigas esperan ansiosas a que les diga cómo irá, pero como de costumbre, no lo dirá. Por que lo bueno se hace esperar, y su disfraz será algo grandioso. Así que simplemente se limita a responder:


- Os dejaré con la boca abierta.

sábado, 19 de febrero de 2011

CAPÍTULO NUEVE.

Una mañana de Septiembre, en una cafetería de Navarra.

Dorian y Marcos han huido, se han escapado del instituto. Tras tocar la campana que anunciaba el cambio de clase, ambos salieron corriendo y con mucho cuidado para que nadie les viese. Tan rápido como pudieron se marcharon a tomar algo.

Marcos está preocupado, su mejor amigo tiene la marca de agresión en su propio ojo derecho, que apenas puede abrirlo del dolor. También posee una cicatriz encima de la ceja, y tiene muy mala pinta. Sin embargo, Dorian es capaz de sonreír cuando Marcos bromea con él, es increíble la fuerza de algunas personas. 
Caminan sin rumbo, en busca de alguna cafetería.

- ¿Y bien? ¿Vas a contarme qué es lo que te ha pasado?
Dorian deja de sonreír y suspira hondo. Luego mira a su amigo de reojo, no parece haberle echo mucha gracia esa pregunta.
- Ya te he dicho que no es nada, déjalo.
- Tío, quiero ayudarte.
- No hace falta, ¿vale? Me valgo por mí mismo.
- Dorian, estás mal. Mírate, si parece que te haya atropellado un camión.
- Y dale, que pesado...
- Intento ayudarte.
- ¡Pues no lo hagas! ¡Que no necesito la ayuda de nadie!


De pronto se forma un silencio entre los dos. Marcos ha quedado impresionado. Sin decir nada, se acerca a una mesa que hay en la terraza de una cafetería y se sienta. Dorian hace lo mismo que él. Rápidamente una camarera toma nota de lo que quieren y se marcha, dándoles intimidad.


- Losiento, no pretendía contestarte así...
- Tienes rabia, odio, angustia, fuego recorriendo tu sangre, y lo sabes. No entiendo por qué no confías en mí.
- No es que no lo haga, es que tú... No podrías ayudarme, son problemas que yo y solo yo, puedo resolverlos.
- ¿Te atracaron?
- No.
- ¿Una pelea?
- No.
- ¿Un accidente?
- ¡Tampoco!
- ...¿Entonces? Está claro que tu solo no puedes con todo esto Dorian. Mira, entiendo tu posición. Ahora intentas fingir que ya nada te duele, pero no eres un actor de ciencia y ficción, si te han pegado sangras de verdad, no como en las pelis.
- Calla. Nadie me ha pegado. Ni si quiera ha sido en defensa propia.
- La policía puede ayudarte.
- No. Esto no es asunto tuyo, ni de la policía, ni de nadie, e incluso aveces dudo que sea asunto mío. Y no es nada grave, se arreglará.
- ¿Problemas en casa?


Dorian agacha la cabeza. Coge aire rápido. Respira y suspira a gran velocidad, intentando relajarse. Pero es inútil. Un pasado oscuro y reciente, hace que de sus ojos broten lágrimas. Se ha venido abajo al escuchar aquella pregunta. Su mente se ha llenado de escenas de pánico. No puede soportarlo. Marcos se da cuenta de que no ha ayudado mucho con esa pregunta.


- Tío, no tenía ni idea...
- ¡Joder! Que no pasa nada, ¿vale? Que se va a arreglar todo, que solo a sido un malentendido...
- Tenemos que hablarlo. Tienes que desahogarte.
- No hace falta...
- ¡La policía te ayudará! Ellos saben que hacer con los maltratos hacía menores.
- ¡A mi nadie me ha maltratado! Esto sólo es por que salí en defensa de mi madre, ¡¿vale?! Fuí yo quién decidió enfrentarse a mi padre y protegerla a ella, y seguiré haciéndolo las veces que haga falta. ¿Te enteras? ¡Ya lo sabes todo! ¿Contento?


A Dorian le brillan mucho los ojos. Ha gritado tanto con esa última frase que prácticamente toda la cafetería se ha enterado de su situación. Rápidamente, tras volver a soltar un par de lágrimas, se levanta y se va. No sabe a donde, ya que a su casa no le apetece ir. Pero sabe que tiene que hacerlo, tal vez su madre en estos mismos momentos necesite su ayuda. Dorian corre sin dirección, se choca bruscamente con algunas personas ya que sus ojos están borrosos a causa de las lágrimas y las legañas. Llega al portal de su casa dónde hay un pequeño jardín con árboles. Con violencia les da puñetazos mientras solloza. Sus nudillos una vez más, vuelven a sangrar. Coge aire y se tira al suelo. ''Menudo asco'', piensa.


Sin embargo, el que realmente se siente mal es Marcos.
Ha quedado sentado en la cafetería mientras era el centro de atención, todo el mundo le miraba. Incluso alguna chica que otra, quizás con otra intención más pícara que la de ayudar, le ha preguntado si se encontraba bien. Pero Marcos está en estado de shock. A intentado ayudar a su amigo, pero él tiene razón. No es su problema, y la única solución que ve lógica es la de llamar a la policía. Pero su amigo no quiere hacerlo, no quiere perder a su padre a pesar de que haya maltratado a su mujer y a su hijo. Marcos respira hondo, aunque le cuesta bastante, está temblando.
En su cabeza retumba una única pregunta, la que Dorian le hizo antes de marcharse. "¡Ya lo sabes todo! ¿Contento?"... 
Ni si quiera le ha dado tiempo a responder a la pregunta; no, en absoluto está contento.

Una mañana de Septiembre, en un instituto de Navarra.

Elia está impresionada.
¿Qué? ¿Marcos y Aron son hermanos? ¡No puede creerselo! Menuda coincidencia, y eso que no se parecen en lo más mínimo.
La conversación que anteriormente tuvo con Aron fue muy incómoda. Ella alagaba continuamente a Marcos, sin saber que eran hermanos. ¡Dios santo! Es que es algo tan incomprensible.
Ha sonado el timbre del patio. Elia lleva dos libros en las manos. Una vez más, está sola. Se dirige a la fuente,  aunque realmente ni si quiera tiene sed. De pronto escucha una voz tras ella:


- ¡Elia!
Se gira y descubre quienes son; dos chicas guapas, pero falta una tercera, falta Carolina. Al igual que esa misma mañana. "Estará enferma" Piensa sonriente, y la verdad es que no le decepciona mucho.
- ¡Alex, Julia! ¿Qué tal estáis?
- Muy bien, con ganas del finde. - Contesta Julia.
- Sí, ¡Y no veas cuantas! - Le apoya Alex.
- ¿Y eso? ¿Pasa algo especial este sábado?
- ¿Bromeas? ¡Es mi cumple! - Señala Alex. - Será alucinante. Todo el mundo que sea guapo vendrá.
- ¡Ah, que divertido! Me encantan las fiestas de cumpleaños.


Alex y Julia ríen.


- No es una fiesta de cumpleaños normal. ¡Va ha ser una pasada! Espero que vengas.
Elia sonríe. ¿Una invitación a una fiesta? ¡Es su oportunidad!
- No dudes que si me invitas no faltaré.
- Bien, pues ya sabes. Esté sábado a las nueve en mi casa. Será legendario.
- Perfecto. - Contesta Elia mientras asiente.
- ¡Ah! Y por cierto, tienes que venir disfrazada.
- ¿Disfrazada?
- Sí, pero no un disfraz de zombie, ni nada por el estilo. Un disfraz sexy.
- Oh, si, entiendo. Además, tengo muchas ideas de disfraces sexys... - Miente Elia mientras las tres se miran sonrientes.
- ¿Y qué? ¿Ya has fichado algún chico?- Pregunta Julia señalando el suelo. Las tres se sientan y siguen conversando con naturalidad.
- Bueno, no es que me haya dado tiempo a conocer a muchos...
- Nosotras podemos conseguirte un buen novio. - Apunta Alex.
- No, no enserio, no hace falta. - Contesta Elia riendo, no está preparada para confesarles que comienza a sentir algo por Marcos.
- ¡Que si, mujer! Si eres muy guapa. Tal vez... ¿Uno de un curso más?
- ¡Ay, sisi! Se me ocurre que... Tal vez haga buena pareja con... ¡No, pero qué locura he estado apunto de decir! - Contesta Alex alegremente.
- ¿El qué? ¡Dilo, dilo!


Alex sonríe. Se agacha y en bajito, susurra:
- Que tal vez, bueno, desde mi punto de vista; Marcos y Elia lleguen a tener algo.
- ¡Qué locura! - Grita Julia. - ¡Si Marcos es el chico de Carolina! Ni se te ocurra, Elia.
- ¿Y qué? ¡Si Carolina pasa de él!
- Ay, cállate Alex. Que conseguirás que Elia y Carol se odien.


"No te preocupes Julia, si ya lo hacemos; nos odiamos muchísimo." Piensa Elia.
Toda esta conversación le ha venido de golpe, y ya no sabe que comentar. ¿Les revela su deseo por Marcos? ¿O tal vez ellas le traicionen y se lo digan a Carolina?


- Venga, vamos. Si se notó cuando hablasteis en el pasillo el primer día que tú y Marcos teníais muy buena conexión.
- Lo cierto es... Que Marcos...


Alex y Julia abren los ojos. Que Marcos, ¿qué? ¡Están intrigadas! Si a Elia le gustará Marcos sería un notición. Todo el instituto lo rumorearía. Y en el fondo, Alex y Julia se alegrarían de que su amiga Carolina por una vez saliera perdiendo en el amor.


- Que Marcos es un chico muy majo. - Concluye la frase Elia.


A Julia y a Alex les cambia la cara. Su nueva amiga debería mojarse un poco más y luchar por él. Seguro que si se lo plantea le conseguiría. De pronto suena el timbre, las tres se levantan y van a clase de nuevo. Sin embargo, Elia está decepcionada en su interior. Le habría encantado terminar la frase. "Que Marcos es un chico muy majo, excesivamente atractivo, muy guapo y que sin saber el por qué, me vuelve loca". Piensa mientras suspira. Siente que se está enamorando y sin embargo, le acaba de conocer. A penas a mantenido una conversación de más de diez minutos con él.
¿Amor a primera vista?

Una mañana de Septiembre, en un instituto de Navarra.

Eva y Triana acaban de entrar en clase. Ya le ha puesto al día, y ya le ha contado todo lo que sucedió aquella mañana con  Hugo. Eva está impresionada. Están sentadas en sus respectivos pupitres mientras comentan el caso.


- Jamás había imaginado que Hugo se podría enamorar de alguien.
- ¡Hugo no está enamorado de mí! Solo me está mareando.
- ¿Ah, no? ¿Entonces por qué intento ponerte celosa hace tan solo unas horas?
- Pues por... Atracción física, ¡Y yo que sé! Ni si quiera he hablado aún con él.
- Es tan guapo...
- ¡Cuidado no te vayas a enamorar tú!
- No, tranquila. - Contesta Eva resoplando. - Yo hace mucho que no me enamoro.

- Oye, Eva. - Ambas escuchan una voz y rápidamente se giran. Es Aron, tiene en las manos una libreta y esta muy serio, de mal humor. - ¿Has acabado el quinto ejercicio de los deberes?
- Claro, siéntate con nosotras y te lo copias.


Aron obedece, pero sin mucha ilusión. Luego se fija en Triana.


- Tu eras la hermanastra de Elia.., ¿no?
- Sí, te he visto esta mañana fuera de clase con ella, ¿me equivoco?
- En lo más mínimo.
- Ya decía yo que me sonaba tu cara. - Contesta Triana sonriente. - ¿Desde cuando conoces a Elia?
- Desde que llegó. Me acerqué a hablar con ella, es muy simpática. Bueno, simpática, graciosa y guapa.
- Lo es. - Le apoya Eva mientras saca la libreta de matemáticas para que Aron se copie el ejercicio.
- Vaya, cualquiera diría que estás celosa. - Contesta él dirigiéndose a su vieja amiga.
- ¡Qué va! - Miente ella.


De pronto, por la puerta entran Elia, Alex y Julia. Aron no deja de mirar a la primera entrante en la sala, sin embargo, Triana y Eva a la segunda.


- Sabía que no tardaría ni un minuto en hacerse amiga de esas brujas. - Comenta Aron.
- Yo también lo suponía, vaya, tenemos pensamientos parecidos. - Le apoya Triana.


Mientras tanto, Eva señala a Alex.
- ¿Ves a esa chica? - Le pregunta susurrando a su amiga - Está locamente enamorada de Hugo desde hace un año.
En el corazón de Triana, sin saber muy bien la razón, se acelera. Ni si quiera está enamorada de Hugo, pero tiene miedo de que mantenga alguna relación con esa chica. Es increíblemente guapa. 
- Vaya.
- Sí, pero no te preocupes. Tuvieron una bonita historia de amor a la que, a los tres meses Hugo puso fin.


Eva y Aron se miran y tararean a la vez: ''Sabes que para mí solo existe una chica en este mundo, y esa, no eres tú.'' Más tarde ríen.


- ¿Qué? - Pregunta Triana, que no entiende nada.
- Es la famosa frase de Hugo. Siempre la utiliza para dejar a sus novias. 


Triana traga saliva, se imagina que algún día él la utilizará con ella, y eso le aterroriza. A ella nunca le han echo daño, nunca ha salido herida de una relación. Probablemente sea porque no deja que nadie entre en su vida si no esta segura de que irá bien; pero aún así, la idea de algún día pasarlo mal por amor le aterroriza. Ese chico, por muy odioso que sea, le atrae.


- Menudo idiota. - Comenta a desgana.
- Pues sí. Y desde que le dijo esas palabras a Alex, la pobrecita sigue detrás suyo. Está obsesionadamente enamorada.
- ¿Cuánto de obsesionada?
- Lo justo para asesinarte si terminas con Hugo. - Bromea Aron, sin embargo a Triana no le ha echo tanta gracia.


Alex, que involuntariamente ha escuchado ''Hugo'', se gira y les mira con una mirada desafiante. Ni si quiera se molesta en mirar a Eva y a Aron, sabe que son unos empollones incompetentes. Pero si que mira a Triana, y lo hace con rabia. ¿Qué hacía esa tonta hablando de Hugo? ¡Si es nueva! No tiene derecho a hablar de él. Y si hace falta se lo dejará muy claro.


- Oh oh... - Susurran Eva y Aron. - Lo llevas claro.
- ¿Por qué?
- Te ha fichado. - Contestan ellos muy serios.

miércoles, 2 de febrero de 2011

CAPÍTULO OCHO.

Una mañana de Septiembre, en el aeropuerto de Navarra.


Carolina no ha ido al instituto esta mañana ya que su prima, está apunto de llegar. 
      Está reunida junto a toda la familia esperando a Victoria, o como ahora le llaman: Vicky. El avión se ha retrasado, o al menos eso supone ella debido a la tardanza. ¡Le ha dado tiempo a ir al baño a arreglarse tres veces!
      Y la razón de ello, es por que está nerviosa. Quiere ver de una vez por todas a su prima, pero también tiene miedo. Miedo a la opinión de ella, o de su primera impresión. No quiere que Vicky piense ''Vaya, con lo guapa que era hace dos años... Y ahora mírala". No, ni hablar. Y no va a ser así. Su prima quedará impresionada, 

      De pronto, la música que suena en la sala de espera del aeropuerto se detiene y se escucha a una señora anunciando que en unos minutos aterrizará el vuelo Inglaterra-Navarra.

      La familia sonríe entusiasmada. Por fin, ha llegado el momento. El corazón de Carolina late con rapidez, siente que necesita chocolate para calmar la tensión. Mira a su madre, la cuál esta hablando con parte de la familia.

      - Mama. - Susurra, pero ella le ignora. - ¿Mama? ¡Mama!
      - ¿Qué quieres? - Contesta agobiada. 
      - Dame dinero, que me quiero comprar un Kit-kat.
      - Te vas a poner como una foca. - Le contesta sin ni tan siquiera mirarle, y luego se dirige a sus familiares- Como veis, tiene dieciséis años, pero una mentalidad de siete.

      La familia ríe de ella, la cuál con disimulo pone una cara de asco y se dirige a la máquina de comida que hay en la entrada del aeropuerto.
      ¿Por qué su madre se comporta así con ella? Siempre la ha tratado como si no tuviese sentimientos, nunca la ha valorado. Desde que era cría, ha tenido que soportar las criticas de su madre, las cuáles no eran pocas. Pero ya está harta, algún día pondrá fin a toda esta humillación. ¿Acaso es adoptada? ¿O el problema es que su madre es, directamente, tonta? 

      Decide no darle más vueltas al tema y se coloca en la cola que hay en la máquina de comida. Delante suyo se encuentran unas ocho personas, la mayoría turistas, que hablan en otros idiomas. Pero Carolina se fja en un chico. Éste le mira de reojo y le sonríe un par de veces. Cuando llega su turno se gira y dice:

      - ¿Quieres comprar algo tu primero?
      - Vaya, qué amable. -Contesta ella sonriente. - Si me lo ofreces.
      - Claro, y si quieres podemos quedar a cenar.

      Carolina ríe sarcástica. Se gira y éste, le guiña un ojo. Mete una moneda en la máquina y se compra su deseado Kit-kat. Una vez con la chocolatina en mano, le susurra al chico:

      - Lo siento, no tienes ni la más pequeña oportunidad conmigo.

       Ella sonríe, pero el rostro del chico no muestra tanta alegría. Carolina se va, moviendo el culo, asegurándose de que el chico está mirándolo. Se gira para comprobarlo y, en efecto, lo estaba haciendo. Le encanta hacerse la dura, nunca falla. Por gente así, que se arrastra ante ella, nunca le baja el autoestima. Carolina es feliz haciéndose desear. Camina con paso firme para reunirse de nuevo con todos sus familiares, los cuáles están rodeando a alguien.

      - No puede ser... - susurra para sí misma, y más tarde, grita - ¡VICKY!

      El circulo de familiares se abre, dando a descubierto la imagen de Victoria. Lleva el pelo suelto, largo y liso, castaño; de su color natural. Viste con unos baqueros, una camiseta de manga larga y una bufanda. Está acostumbrada al frío de Inglaterra.
      Al ver a Carolina, ésta abre la boca. Objetivo conseguido, Vicky piensa que su prima está increíble. Ambas corren ansiosas por abrazarse. Y cuando por fin se tocan, se abrazan, como un primer contacto, lloran de emoción. Tras ellas está toda la familia observando lo mucho que se quieren. Pero no les importa, que esperen, que esperen mucho. Por que tienen demasiadas cosas que contarse, han de ponerse al día de sus diferentes vidas. Las cuáles, próximamente, cuando Vicky se incorpore en el instituto de Carolina, se unirán.


       Una mañana de Septiembre, en un parque de la ciudad de Tudela.

      Allí se encuentran Hugo y Mel, haciendo pellas, saltándose clases. No hablan, y tampoco se sienten incómodos por no hacerlo. Están sentados en un banco, Mel fuma un cigarro mientras Hugo observa como un pájaro herido no logra alzar el vuelo.

      Se miran unos instantes. Ambos reconocen que en esa relación, más que amor es pasión. O mejor dicho, atracción. Pero lo que verdaderamente piensa Hugo es que, la atracción no le llevará a ningún sitio. Está claro que Mel es guapa, solo hay que verla. Pero quizás se haya cansado ya de ella. También le atrae Alex, a la que conoce desde el primer curso de instituto. O la chica nueva, de la que ni si quiera sabe su nombre. Aun que, está claro que no le ha echo falta saber su nombre para darse cuenta de que era una chica muy atractiva. Le ha gustado ponerla celosa esa misma mañana con el numerito de Mel. Hugo sonríe al recordar todo esto.

      - ¿Qué pasa? - Dice Mel.
      - Nada.
      - Vamos, Hugo, dímelo.
      - Nada. Sabes que soy un hombre de pocas palabras.

      Y es así. Hugo es el hombre más seco, más borde, más antipático y más soso que existe. Pero también el más guapo. Tiene algo especial, que vuelve a las chicas locas. Le gusta jugar con los sentimientos de la gente, ya que él nunca ha perdido una partida. Por eso nunca ha tenido nada estable con ninguna chica, por el miedo a salir herido. Prefiere no arriesgar, suficientes problemas tiene él. Y desde que vio a la chica nueva, tiene la impresión de que va a ser duro. Pero algo le dice que arriesgue, y que pruebe con nuevas experiencias. 

      - Aveces flipo contigo. - Susurra Mel interrumpiendo sus pensamientos.
      - Mucha gente lo hace.
      - ¿No vas a preguntarme por qué? - Pregunta Mel indignada. Ya ha apagado su cigarrillo y está a la espera de la contestación de Hugo. Ella realmente le ama.
      - ¿Por qué? - Obedece sin demasiada ilusión él.
      - Flipo por que, dudo que me quieras.

      Hugo sonríe. Siempre tiene ese tipo de conversaciones con sus ligues. "Ha llegado la hora" piensa. La hora de decirle lo que les dice siempre a todas. Mira a Mel fijamente a los ojos.

       - Mel, sabes que para mí solo existe una chica en este mundo. - Susurra mientras ella sonríe. - Y esa, no eres tú.
             
      Una mañana de Septiembre, en un hospital de Tudela.

      Segundo día de trabajo de Claudia, y de momento todo va perfecto. Su trabajo no es, lo que se dice, algo muy complicado. Es la secretaria, simplemente eso. De vez en cuando entran personas y le hacen preguntas, piden citas, etc. Pero de momento, ha sabido apañárselas muy bien. Y le pagan de maravilla, no tiene de que quejarse.
      Además, su compañera de trabajo Sandra, la que se encuentra con ella en secretaría, es muy simpática. Se pasan el día hablando y riendo. Han congeniado bastante bien. 
      A Claudia ya le ha dado tiempo a hablarle a todo el hospital de lo guapa que es su hija Triana, de que viene de Madrid y de que su hijastra Elia y su actual marido Pedro es adorable.
      Aun que, si tiene que ser sincera, cree que la cara que puso su jefe Javier al escuchar que tenía familia no fue muy agradable. Es un hombre encantador, y se está portando de maravilla con ella.
      Ayer mismo, al salir de trabajar, la invitó a cenar. Aun que ella, claro está, que lo rechazó. También le ha dado una tarjeta con muchos nombres de restaurantes, probablemente los mejores de Tudela.
      Su compañera Sandra ya cree que le está tirando los tejos, sin embargo, el resto de enfermeros y enfermeras opina que es la personalidad de su jefe; es amable de naturaleza, recibió una buena educación al criarse, nada más.

      En estos momentos, Claudia se encuentra haciendo un documento Wordl en el ordenador. Es un trabajo que debe enviar al día siguiente a Javier. Trata de los horarios de los enfermeros, etc. Por lo que se ve, ella también ha de realizar estas tareas. 

      De pronto, le surge la necesidad de ir al baño. 
      - Sandra. - Le dice a su compañera de trabajo. - Cubreme un momento, voy al baño. En seguida volveré.

      Su compañera asiente y ella abandona el mostrador del hospital. Se dirige a los servicios, los cuáles están ocupados. Llama a ambos, el de mujeres y el de hombres. Y en los dos responden diferentes voces contestándole que están ocupados.
      Claudia suspira. ¿Y ahora qué? ¿Sube a los baños del segundo piso? No cree poder aguantar, se está haciendo pis encima. De pronto, ve la oficina de su jefe Javier.

      Llama a la puerta, pero nadie responde. Cegada por la necesidad de hacer pis, entra sin pedir permiso. La oficina está vacía, se puede ver la mesa de trabajo de Javi con varios papeles y un ordenador muy grande. Dentro de esa sala, hay otra puerta. "¡Aquí!" piensa, es el baño personal de su jefe. Con prisa entra y hace pis. Pega un gran respiro, qué alivio. 

     Termina de hacer pis y se dirige a el lavadero a enjuagarse las manos. Se pone un poco de jabón y abre el grifo. Este no responde, no sale el agua. Claudia, frustrada, juguetea con la manivela para comprobar si está roto y, de pronto, la manivela cae y comienza a salir agua a modo propulsión, mojandola entera e inundando el baño.   

      En ese momento, Javi regresa a su oficina. Escucha el terrible sonido del agua y se dirige a su lavabo, dónde haya a Claudia intentando apagar el grifo, como si estuviera luchando contra él. Está mojadísima, de arriba a abajo. Su uniforme de secretaria está completamente pegado a su cuerpo, marcando cada una de sus curvas.

      - ¡Lo siento Javier! De verdad, esto tiene una explicación. - Grita Claudia al ver a su jefe.
      - No te preocupes, - contesta él sonriente- seguro que la hay y que es buena.

      Javier abre un armario que hay en su servicio y saca una pequeña toalla para secar manos. La coloca sobre los hombros de Claudia para que no se resfríe, ella sonríe y se lo agradece.

      - Verás, es que el baño estaba ocupado y... Era una urgencia.
      - Tranquila. Eres tú, así que te lo perdono. Pero, ¡Mírate! Estás chopada.
      - Si, lo estoy. - Susurra Claudia al mirarse en el espejo, el aspecto era lo último que le importaba en ese momento.
      - Anda, dúchate. - Contesta él señalando la ducha que hay en su baño personal.
      - ¡Caramba! Tienes una ducha, ni si quiera me había fijado.
      - Soy el jefe, Claudia. Tengo todo tipo de comodidades. - Contesta Javier sonriente mientras prepara una toalla grande.
      - No hace falta, tranquilo, me ducharé en casa.
      - ¿Y dejar que te quedes así el resto de la jornada? De eso nada, date prisa y dúchate, que Sandra puede cubrirte un rato, pero no toda la mañana. - Contesta éste con un guiño de ojos.
      - Muchas gracias.

      Javier abandona la sala y Claudia echa el cerrojo. Se desnuda y se mete en la ducha de su jefe. Vaya, suena bastante raro. Quizás a su marido Pedro, no le guste demasiado... Y no cree que empezar en Tudela con mentiras sea algo bueno, pero ha llegado a la conclusión de que lo mejor, será esconderlo. Este pequeño incidente de la ducha, será el secreto de su jefe Javier y de ella, de nadie más.

lunes, 31 de enero de 2011

CAPITULO SIETE.



Una mañana de Septiembre, en clase de Filosofía, el segundo día de instituto.

Nada más llegar, Elia se ha sentado en su pupitre y ha sacado su nuevo libro de Filosofía. Tan solo es el segundo día de clase y ya presiente que esa asignatura la va a odiar. Tal vez sea por la cara de amargado que tiene continuamente el profesor, o por que el libro contiene demasiada teoría y ella odia estudiar. Sea lo que sea, tiene malos presentimientos.
Mantiene la mirada por la ventana, puede ver a muchos chicos en el patio del instituto, todos se dirigen hacía sus respectivas clases. Pero de pronto, se fija en una moto vespa que acaba de aparcar en la puerta. En ella va una chica. “¿Será Triana?” piensa. La chica se quita el casco y Elia comprueba que está en lo cierto; es su hermanastra.
Esta mañana ha sido ella la que se ha despertado tarde, y finalmente Pedro se fue junto con Elia en el coche. Ojo por ojo, diente por diente.

Suena el timbre. Elia se asusta, estaba demasiado concentrada espiando por la ventana a hermanastra, la cuál llega tarde. Es hora de empezar la clase.

Mira a su lado. El pupitre está libre. Qué extraño, Carolina hoy no ha ido a clase. Se gira y comprueba que Alex y Julia si que están allí. Se miran, se sonríen y se saludan con la mano. Elia se gira de nuevo, qué gusto da hacer nuevas amistades.

Vuelve a mirar por la ventana y ve que Triana sigue allí, aún no se ha encaminado a clase.
“¿Pero qué está haciendo? ¿Va a hacer pellas?” Piensa Elia, pero al fijarse más detenidamente se da cuenta de que está hablando con alguien. Rápidamente saca el móvil y le manda un mensaje. “La clase ha empezado, tonta. ¡Date prisa!” Lo envía y vuelve a guardarlo. De pronto escucha una voz a su lado.

- ¿Está libre este sitio?

Elia pega un brinco. De nuevo ha vuelto a asustarse. Se gira y ve que el chico que le está hablando es el mismo que el de ayer. Aron, cree recordar que se llamaba.

- ¿Hola? Tierra llamando a Elia, ¿estás ahí? – Pregunta él para comprobar si le ha escuchado.
- Ah, sisi. – Responde ella entrando en razón. – Estaba embobada, lo siento.
- No pasa nada. – Dice Aron sonriente mientras se sienta a su lado.

Elia analiza la situación. ¿Cómo ha acabado ese chico sentado en el sitio de Carolina? Le mira de arriba abajo, le cuesta creer que sea amigo de los empollones que vieron ayer. El chico no está mal. Y viste bastante bien. Es un caso extraño, pero a pesar de ello, prefiere su compañía que a la de Carolina.
El profesor ha empezado a hablar hace un rato, pero nadie le escucha.

- Qué aburrimiento de asignatura, tengo la impresión de que voy a morirme este curso.
- Si te sirve de consuelo, siempre que yo sea tu compañero de pupitre, haré lo posible para que no te mueras de aburrimiento. – Contesta sonriente.
- No te ofendas, pero a este paso, moriré igualmente. Y tú probablemente también.

Los dos ríen. El profesor se fija en ellos.

- Aron, guarda silencio o tendré que echarte de clase. – Le advierte.

Normalmente ese profesor, a una persona que se ríe en clase, cachondeándose de la Filosofía, lo habría tirado al pasillo desde el primer momento. Pero Aron es una excepción, es un alumno de matrícula de honor.
Sin embargo, Elia sigue hablándole en bajito, y riendo de vez en cuando. Finalmente el profesor se harta y les echa a ambos de la clase. Elia sale riendo, pero a Aron la expresión de la cara le ha cambiado. Nunca le habían echado de clase. Sin embargo, al ver a Elia de nuevo reír, la sonrisa involuntariamente se forma en su rostro.

- Vaya, que decepción de profesor. Primer día de clase y… ¡Al pasillo! – Dice Elia mientras se sienta en el suelo.
- Sí, lo sé. Los profesores pueden llegar a ser tan odiosos…
- ¡Vaya! Algo que tenemos en común; el odio hacía los profesores.
- Yo les odio más, te lo aseguro. – Miente sonriente Aron. Sabe que tarde o temprano todas estas mentiras saldrán a la luz.
- Qué guay… Realmente, tú fuiste la primera persona en hablarme en este instituto.
- ¡Pues el más listo!
- Obviamente. – Dice riendo Elia. – Muchas gracias Aron. Para mi es muy importante, llegué sola y tú… Has sido mi primer amigo.
Pese a lo raro que le pareció el día anterior aquel chico, hoy por lo contrario le ha caído bastante bien. Además, pensandolo detenidamente, fue la primera persona que se acercó a ella. Y eso se agradece.
- De nada, sabes que aquí tienes a un colega.
- Shh, guarda silencio un segundo. Se escuchan pasos.

Ambos se detienen e intentan escuchar. Es cierto, alguien se aproxima a ellos. De hecho, al final del pasillo se puede distinguir la silueta de alguien, de una chica.

- ¿Elia? – Se escucha desde el final del pasillo.
- ¿Triana?
- ¿Qué haces fuera de clase?
- El profesor de Filosofía nos ha echado. – Contesta Elia a su hermanastra, la cuál ya está lo suficientemente cerca de ellos. – Ah, por cierto, este es mi amigo Aron.
- Hola Aron. – Saluda sonriente Triana. Lleva el casco de la moto en la mano, se dispone a entrar en la clase.
- Hola. – Contesta él.
- Por cierto Triana, ¿Con quién estabas hablando antes? Cuando te mandé el mensaje.
- ¿Cómo sabes que estaba hablando con alguien?
- Te vi por la ventana.
- Ah, bueno. Ya te contaré cuando lleguemos a casa.

Triana llama a la puerta y rápidamente le abren. Va a entrar, pero antes le grita a su hermanastra:

- Ah, ¡Y ni se te ocurre decirle a papa y a mama que he llegado tarde!

La puerta se vuelve a cerrar y se escuchan los gritos del profesor. Dice cosas como “¿Qué modales son esos?”.
Aron y Elia ríen.

- Qué simpática tu hermana.
- Hermanastra. Y sí, lo es… Pero solo cuando quiere, eh. – Elia le guiña un ojo.
- Mi hermano mayor no es simpático ni cuando se propone serlo.

Ambos ríen.

- ¿Tienes un hermano mayor? – Pregunta ella.
- Sí. De un año más.
- ¿Y es guapo?
- No soy quién para juzgar esas cosas, losiento Elia.
- Ah, es cierto.

Vuelven a reir. De pronto, de nuevo se escuchan pasos a lo lejos del pasillo. Guardan silencio, con el miedo de que sea el director del instituto y les eche una bronca. Pero por suerte no es ningún profesor. Es un chico, está parado enfrente de la puerta de segundo de bachillerato. Al igual que Triana, él también llega tarde.

- ¿Quién es? – Pregunta Elia.
- Marcos.
- ¿¡Marcos!? – Elia rápidamente se levanta.

El chico entra en la clase. Ella, al ver que ya no tiene oportunidad de hablar con él, vuelve a sentarse algo refunfuñona.

- La verdad es que no me extraña que te comportes así. Todas reaccionáis igual al ver al 'perfectisimo' Marcos. – Comenta Aron, ahora tiene oportunidad de decir lo que piensa. Elia se da cuenta de lo celoso que está.
- ¿Le conoces? – Susurra.
- ¿A Marcos?

Elia asiente sonriente.

- Es mi hermano mayor. – Contesta Aron.
- ¿Qué? - Elia no da crédito. No puede creerlo. Son completamente opuestos.
- Sí, lo sé. No soy lo suficientemente atractivo como él, ni tan gracioso, ni tan simpático, joder, sé que no soy ni la mitad de guapo que mi hermano mayor. Pero te diré un secreto: Mi madre siempre me dijo que lo mejor de las personas está en el interior.

Unos minutos antes, en la puerta del instituto.

“Mierda, llego tarde.” Piensa Triana mientras aparca la moto con rapidez.
Se quita el casco. Baja la mirada y comprueba que en su mochila están todos los libros. Sí, todo perfecto, excepto que no ha sido puntual.
Levanta la mirada, dispuesta a salir corriendo hacía su clase, cuando de pronto una moto derrapa con habilidad delante suyo, tirando su mochila por los suelos.

- ¡¿Estás loco o qué?! – Grita sin pensarlo Triana.

Más tarde se fija en el conductor de la moto, es Hugo. Está increíble, sigue pareciendo el protagonista de un anuncio de colonia. El chico sonríe, pero levemente, ni si quiera se molesta en mostrar los dientes. Triana frunce el ceño. De pronto, tras él se asoma una chica. Es castaña y tiene el pelo liso, va agarrada a la cintura de Hugo, ocupando la plaza trasera de la moto.

- Hola. Creo que te vi ayer por aquí, ¿eres nueva, no? Bueno, en cualquier caso, yo soy Mel. Una 'buena amiga' de Hugo. Y tengo una duda: ¿Qué es lo que estás mirando? -Le grita a Triana.

Mel y Hugo se miran y ríen, como si escondieran algo. Hugo vuelve la mirada a Triana y deja de reir. Le sonríe otra vez, con esa maldita sonrisa que parece una mueca, y arranca de nuevo la moto.

De pronto suena el móvil de Triana, tiene un nuevo mensaje de su hermanastra. Dice algo de que la clase ha empezado y que llegará tarde.
Pero Triana esta demasiado impactada como para ahora fingir que no ha pasado nada. Ha permanecido en silencio todo el rato. No sabía que comentar, se ha quedado impresionada. Ha durado un minuto, un continúo minuto de sufrimiento. Y las palabras de esa tal Mel retumban sobre su mente. Siente como una gran decepción por dentro. ¿Ha que se refería con que era “una buena amiga”? ¿Era su novia? ¿O solo su amiga con derecho a roce?

Triana suspira.
Desde que vio a ese tal Hugo le odió. Tal vez sea por impotencia, de cualquier modo, ahora le odia más que nunca.., y esta vez se lo ha ganado a pulso.


Una mañana de Septiembre, en la clase de segundo de bachillerato de un instituto.

Dorian suspira. La puerta se abre y entra Marcos, su mejor amigo. El profesor aún no ha llegado a la clase, y ningún alumno permanece sentado en su pupitre, excepto él. Marcos deja su mochila en su asiento, saluda a un par de personas, y luego se dirige hacía el pupitre de su amigo.

- Eh tío, ¿qué pasa? - Le susurra.

No es normal que Dorian este así, sereno y tranquilo sin la presencia de un profesor en la clase. Además, ni si quiera ha mirado a su mejor amigo a los ojos cuando le ha hablado. Contiene la cabeza agachada, como si se avergonzará de algo, o aún peor: como si escondiera algún secreto.
Marcos, preocupado, le eleva la cabeza con la mano. Involuntariamente abre la boca debido al asombro. Queda impresionado al ver que todo su ojo tiene una moradura.

- ¡¿Que diablos ha pasado?!

Dorian vuelve a suspirar. Sus grandes labios están secos y cortados, y arriba de su ceja tiene una cicatriz. Sus ojos están enrojecidos, inyectados en sangre. Si por él fuera, ya habría empezado a llorar, pero es un hombre fuerte. Además, los nudillos de sus manos están rasgados y también contienen sangre.

Marcos piensa. A Dorian siempre le han criticado y ha tenido movidas por ser negro de piel. Sí, es un negrito. Pero el mejor negrito que jamás existirá. ¿Qué le habrá pasado? ¿Una pelea? ¿Un atraco? ¿Un accidente?
No entiende nada, solo sabe que su mejor amigo está mal, y que tiene algo importante que contarle.
Y tanto qué importante.